sábado, 20 de diciembre de 2014

Arenas al desnudo, por Andrés Benítez.



El Ministro de Hacienda, Alberto Arenas, equivoca el diagnóstico y
trata de engañar a los chilenos con una mala “receta”.




Arenas al desnudo,

por Andrés Benítez.


Termina el peor año que recuerde nuestra economía en mucho tiempo. Se trata del peor desempeño en tres décadas, excluidos los años de las crisis asiática y subprime. Y las proyecciones no son buenas. Nadie sabe muy bien cuándo la cosa tocará fondo y cuándo el país retomará su crecimiento potencial.


Nada de esto parece inquietar demasiado al Gobierno ni al Ministro Arenas. Ayer, en una entrevista en la revista Qué Pasa, el titular de Hacienda, al momento de hacer un balance del año, señala: “estamos creciendo”. Bueno, es cierto, pero eso es como contentarse cuando un hijo se saca un cuatro en una prueba, siendo que hasta hace poco se sacaba puros sietes. Eso es, en definitiva, pura autocomplacencia.


Ahora, para ser justos, Arenas dice que no está conforme, y que no va a descansar hasta lograr que el país recupere todo su potencial. El punto es que no saca nada con inventarle horas al día. Ese no es tema. El problema es su agenda. Mientras eso no cambie, entonces el país no volverá a ser un buen alumno en materia económica.


Esto sucede por dos cosas. Primero, porque el Ministro insiste en que gran parte del problema radica en la situación externa. Todos sabemos que eso no es cierto. Y si lo fuera, nada indica que la economía internacional esté mejor el 2015. Segundo, porque en el plano interno, donde está el verdadero desafío, no hay señal alguna de que algo vaya a cambiar. Por el contrario, ahora dice que el año terminará con el anuncio de la reforma laboral, que es lo mismo que echar bencina para apagar la hoguera.


Es curiosa la forma como el Ministro evalúa sus reformas. Para él, la tributaria fue un éxito, porque terminó en un gran acuerdo y despejó las incertidumbres. En esto, en nada se hace cargo de la realidad, que muestra un desplome de la actividad, del consumo y la inversión. Pues bien, algo parecido sucederá con la laboral, aunque se aplique gradualmente, como le gusta decir, casi advirtiendo que la cosa no viene bien.


Todo aquello en nada ayudará a recuperar las confianzas, las que, reconoce, están muy resentidas, y quiere mejorar. El tema es que esto no es un concurso de amistad. Nadie espera que los Ministros de Hacienda sean simpáticos. Por el contrario, pueden ser todo lo fríos y duros que quieran, pero a condición de que muestren resultados. Por eso, Arenas tiene que entender que las críticas a su labor no tienen que ver con su persona, sino con su desempeño.


Lo concreto es que si no cambia radicalmente su agenda, su período será recordado como el de peor gestión desde que volvimos a la democracia. Y ni siquiera sabemos si eso le importa demasiado. Sus proyecciones son malas, pero él se escuda en que la economía sigue creciendo y que el 2015 será un poco mejor. Insiste que pronto tocaremos fondo, olvidando que no había ninguna razón para llegar a ese fondo. Por eso, lo que se espera es menos autocomplacencia, menos gestos y más acciones concretas para salir del pantano donde nos encontramos. Si esto lo hace siendo simpático o pesado, da lo mismo. Lo clave es volver al ritmo que este país merece y requiere.
 


miércoles, 17 de diciembre de 2014

Capitalismo, por José Ramón Valente.






Capitalismo,
por José Ramón Valente.


“En países donde han existido partidos políticos relevantes de influencia marxista, los defensores del libre mercado han combinado fuerzas con los empresarios para hacer frente al socialismo marxista. En esos países, aun después de que las ideas marxistas han perdido fuerza, la identificación ideológica entre quienes son pro mercado y quienes son pro empresa permanece y es difícil de disociar” (Luigi Zingales. 2012 “A Capitalism for the People”).


El profesor Zingales hace la afirmación anterior probablemente influenciado por la experiencia de su natal Italia. A mí me parece que aplica extraordinariamente bien la realidad chilena. Basta con observar cómo la prensa recurre a la Sofofa o la CPC como referentes de la defensa del libre mercado, para concluir que hay una amalgama comunicacional entre quienes son pro empresa y quienes son pro mercado.


En vista de esta confusión, no es raro que como reacción a escándalos empresariales del tipo La Polar, se proponga cambiar el modelo de economía de mercado y que aquella destemplada propuesta encuentre soporte en la población. En países en los cuales la sociedad entiende la diferencia entre empresas y mercado, como EE.UU, escándalos empresariales como la gigantesca estafa de Bernard Madoff o la fraudulenta quiebra de Enron, no generan propuestas para abandonar el capitalismo y reemplazarlo por quien sabe qué. Aunque la sociedad sí exige que los responsables de dichos fraudes sean castigados.


La economía de mercado está lejos de ser un sistema para defender a las empresas. Es cierto que las empresas exitosas florecen en una economía de libre mercado, pero el mismo mercado es, a su vez, la mayor amenaza para su supervivencia. En una economía libre, las empresas están siendo desafiadas por nuevas ideas y emprendimientos. De manera que la pretensión de las empresas exitosas de maximizar las utilidades de sus negocios, se ve limitada y frustrada por la existencia de otras empresas que están al “aguaite” de cualquier oportunidad que les permita ofrecer productos y servicios mejores y más baratos a consumidores ávidos de recibir ofertas.


Es aquí donde los intereses de quienes son pro libre mercado, y quienes están a la cabeza de las empresas, pueden entrar en conflicto. Mientras los libremercadistas están preocupados de que exista el mayor número de nuevas ideas y emprendimientos que le pongan presión a las empresas existentes para innovar y reinventarse, los gerentes y dueños de dichas empresas sienten la tentación -a veces incontenible- de proteger lo que tienen creando todo tipo de barreras de entrada.


Una de las paradojas de la economía política es que quienes vociferan contra los vicios del capitalismo, son muchas veces los mismos que entregan a las empresas, a través de las regulaciones que proponen, privilegios que les permiten mantener su liderazgo sin tener que preocuparse de la competencia. Mi convicción es que la falta de competencia se combate con mayor competencia, no con mayor regulación. Aparentemente el profesor Zingales opina igual. “La mayor parte de las regulaciones tienden a proteger a las empresas existentes en desmedro de las posibilidades de las empresas emergentes” (Luigi Zingales 2012 “A capitalism for the People”).




Nota de la Redacción:
Creemos importante destacar, que a nuestro modo de ver, el gran responsable de los escándalos empresariales que hemos conocido es el Estado que ha abdicado de su función primordial de fiscalizar que se cumplan las Leyes y que el sistema funcione como debe.