martes, 21 de julio de 2015

Chile está perdiendo la batalla contra la delincuencia...






Fuerte impunidad en delitos.

El que más del 90% de los robos y asaltos termine sin condenados ayuda a explicar por qué el país está perdiendo la batalla contra la delincuencia.







Un informe preparado por el Ministerio Público, y que fue dado a conocer por este medio, indica que el 93% de los delitos de robo y asalto cometidos terminan sin responsables condenados, lo que constituye una alarmante señal en términos de impunidad y refuerza por qué la ciudadanía siente un alto nivel de desamparo frente a la delincuencia.




En los últimos meses se han multiplicado los testimonios que dan cuenta no sólo de una mayor frecuencia en la comisión de delitos, sino también un mayor nivel de violencia hacia las víctimas. Los robos en lugar no habitado o los hurtos parecen estar fuera de control; así también está ocurriendo con el robo de vehículos. Pero aún más preocupante es que los asaltos a viviendas se produzcan impunemente con moradores, los que suelen ser objeto de graves golpizas por parte de los delincuentes, provocando un trauma de muy difícil superación. El fin de semana la crónica policial dio cuenta de numerosos atracos, que incluso alcanzaron a dos restaurantes del sector oriente de la capital, cuyos clientes fueron encañonados y obligados a entregar sus pertenencias.




Ninguna sociedad puede ser eficiente en el combate al delito si el sistema judicial deviene en impunidad, y sólo aquellos casos de “alta connotación” terminen en condenas efectivas. El actual sistema procesal penal, que acaba de cumplir una década en funciones, puede exhibir importantes logros en haber acortado la duración de los juicios y en lograr una cierta descongestión de las cárceles, mediante procesos abreviados o sistemas alternativos de cumplimiento de penas. Pero dichos logros no han ido a la par de una reducción significativa de la tasa de delincuencia. El que más del 90% de los robos quede en la impunidad es indicativo de las graves fallas que tiene el sistema, creando un círculo vicioso que alienta el delito, pues los delincuentes perciben que existe una muy baja probabilidad de que terminen condenados, desincentivando a su vez que la población denuncie.




Se argumenta como razón para justificar la falta de condenas la inexistencia de un imputado conocido. Aquí hay una evidente falla en el proceso de investigación, la que bien guiada por la fiscalía debería producir precisamente pistas que lleven a los responsables. La evidencia parece sugerir que en general los delitos tienden a ser cometidos por grupos bien determinados y no tanto por “primerizos”, lo que indica que en la medida que exista una investigación efectiva sería posible acumular antecedentes que permitan una posterior condena. Por ello el Ministerio Público debe revisar la política de archivar casos en aquellos delitos considerados “menores”, porque son éstos los que afectan más directamente al grueso de la población, y al no ser investigados -acción que sólo puede llevarla a cabo la Fiscalía-, sus hechores se benefician de la impunidad y el “costo” de delinquir aparece como algo menor.




Pero ciertamente cabe al Ministerio del Interior una responsabilidad primordial en la mantención del orden público. No puede pretenderse que cuando en zonas como La Araucanía se ha perdido por completo el imperio del estado del derecho, al cabo no comience a ocurrir algo similar en el resto del país. Si en definitiva no se respalda decididamente la acción policial con todos los medios a disposición, y la impunidad no es vista con la gravedad que amerita, el país irremediablemente pierde.




Editorial de Diario La Tercera del 21 de julio de 2015.

martes, 14 de julio de 2015

Riesgos de una carrera docente mal diseñada

 

Riesgos de una carrera docente mal diseñada

Raúl Figueroa: "El empleador pasa a ser, en los hechos, el Estado, desconociendo el rol que en esta materia corresponde al sostenedor tanto municipal como particular...".




En materia de políticas públicas, la importancia de los objetivos buscados y la necesidad de alcanzarlos en el corto plazo tienden a veces a nublar el debate y a facilitar el camino para que se impulsen medidas de bajo impacto y alto costo. Así, se deja de lado la necesaria evaluación de los instrumentos bajo un criterio básico de determinar si efectivamente son los más idóneos para alcanzar la finalidad que se busca.

Lo anterior es precisamente el caso del proyecto de ley presentado por el Ejecutivo que propone un nuevo sistema de desarrollo profesional docente. Persigue un objetivo ampliamente compartido, como lo es el atraer y retener a los mejores profesores en la sala de clases, proponiendo para ello mejores remuneraciones asociadas, al menos teóricamente, a un mejor desempeño. No obstante, para lograr ese propósito, el mencionado proyecto de ley requiere de urgentes modificaciones, que pasan por reconocer el rol que corresponde a cada establecimiento en la evaluación de sus profesores y en la asignación de consecuencias a dicha evaluación.

La presión ejercida por el Colegio de Profesores mediante la paralización de sus deberes, perjudicando a miles de familias, y la reacción de los diputados y del Ministerio de Educación ante dichas presiones hacen temer, fundadamente, que las posibilidades de incorporar al proyecto las mejoras que requiere son cada vez más lejanas.

Veladamente, el proyecto de ley gira hacia un marco de inamovilidad del cuerpo docente, asociando las remuneraciones y la permanencia del profesor exclusivamente a evaluaciones centralizadas que difícilmente permiten medir el desempeño y la efectividad de un profesor en un ambiente determinado. La necesidad de potenciar el liderazgo directivo dentro de cada colegio está absolutamente ausente de las propuestas del Ejecutivo, desconociéndose la necesaria autonomía que se le debe garantizar a cada establecimiento educacional.

Lo anterior es justamente uno de los mayores problemas que genera actualmente el estatuto docente que rige para el sistema municipal, donde se aprecia un exceso de regulación y una falta de atribuciones de los sostenedores y directores en aspectos relevantes, como la contratación, desvinculación, evaluación y definición de incentivos de los maestros. Esta falta de autonomía hace muy difícil realizar una buena gestión y promueve la dilución de las responsabilidades por los aprendizajes de los alumnos. Lo más grave es que este proyecto de ley no solo no aborda estos problemas que han caracterizado y perjudicado al sistema municipal, sino que, por el contrario, extiende estas dificultades al sector particular subvencionado. La situación actual, donde vemos a los docentes negociando salarios con el Estado, dejará de estar acotada solo al sector municipal y tiene el riesgo de expandirse al 93% de los colegios del país.

La experiencia internacional indica que los recintos educativos que tienen un mayor grado de autonomía sobre distintos aspectos como el currículo y la asignación y gestión de recursos tienden a mostrar mejores resultados (PISA 2012, OCDE); sin embargo, lo que hace este proyecto es profundizar un camino totalmente contrario.

El hecho de que un profesor no se adecue a las características de un determinado proyecto pasa a ser irrelevante, primando criterios externos y ajenos a la realidad de cada colegio. El empleador pasa a ser, en los hechos, el Estado, desconociendo el rol que en esta materia corresponde al sostenedor tanto municipal como particular y dificultando la posibilidad de llevar adelante el proyecto educativo.

Frente a la amplitud de reformas educacionales que el Ejecutivo se ha propuesto impulsar y considerando la necesidad de focalizar los recursos fiscales en aquellas que impacten en la calidad y generen mayor consenso, el desarrollo profesional docente es prioritario. El cambio de ministro en la cartera de Educación se presenta como una oportunidad para corregir el rumbo de este proyecto de ley, concentrando allí los recursos y haciéndose cargo de las inquietudes que han sido planteadas en el debate, las que no necesariamente coinciden con los intereses que un grupo de presión, mediante un paro que perjudica a las familias más vulnerables, ha intentado imponer.

Raúl Figueroa S.
Director ejecutivo Acción Educar

martes, 7 de julio de 2015

La imagen de ME-O.




La imagen de ME-O.






Los resultados de las encuestas han sido implacables con Marco Enríquez-Ominami y su credibilidad, dado que el 81% dice no creer que no haya recibido dinero de manera irregular de SQM para su campaña Presidencial.



La encuesta Cadem recoge que el 60% de las personas consultadas estiman que la imagen del líder del Partido Progresista (PRO) ha resultado dañada y tan sólo el 14% no cree que haya recibido dineros de SQM para su actividad proselitista. Todo un impacto para una figura política que viene bregando por propalar sus ideas y ser considerado en la pugna por el poder, desde hace una década, y sigue asegurando que no cejará en ese empeño.



Los correos intercambiados entre su mano derecha y la secretaria de los máximos ejecutivos de SQM hablan de traspaso de dineros, en pesos y dólares. La investigación de los Fiscales, entonces, apuntará a averiguar si este dinero ha sido o no derivado para gastos de campaña. Enríquez-Ominami ha empleando toda su capacidad comunicacional para descartar sospechas, pero sus esfuerzos, a la luz del resultado de las encuestas, están aún lejos de dar frutos.



Las dudas sobre cómo se sostiene una candidatura tan larga y su posible vinculación con el caso SQM han afectado directamente en su capital político más valioso: su imagen de excepcionalidad, construida al desmarcarse de los políticos tradicionales.



La drástica caída en su credibilidad dejan a ME-O y su partido en una situación compleja, que se dificulta aún más al considerar la informalidad de su círculo más cercano de asesores, desglosado ayer en un artículo en este mismo diario.



Atrás va quedando la imagen de un Robespierre incorrupto y su diferenciación de los políticos comunes, y se ingresa en la variable de los partidos personalistas, como ha sucedido con varios en nuestra historia reciente, desde el retorno de la democracia, como el Fra-Fra o Franco Parisi, que han tenido carreras bastante cortas. Remontar el camino perdido no será fácil para ME-O.



(Tomado de Diario La Segunda del 07-07-2015)