Como moño de vieja,
porJuan Ignacio Brito.
Cada vez se hace más difícil descifrar al gobierno de la Nueva Mayoría encabezado por Michelle Bachelet. Las contradicciones y mensajes cruzados se repiten a diario, con una rapidez que desafía la capacidad de análisis. En las últimas semanas hemos visto una serie de reconocimientos, diagnósticos, órdenes y contraórdenes en los más variados ámbitos. Confunden y llevan a preguntarse en manos de quién está la conducción del país.
El Ministerio de
Educación sorprendió hace poco al publicar en su página web unas
condiciones para acceder a la gratuidad en educación superior que fueron
desautorizadas por la ministra apenas unas horas más tarde; el
vocero de gobierno salió a decir que recibió y entregó “información
incompleta” cuando sostuvo que el procedimiento utilizado para borrar el
computador de Sebastián Dávalos se había ajustado a un protocolo
establecido; el jefe del gabinete reconoció el “fracaso del gobierno” y
de otras instituciones para lidiar con una delincuencia que parece fuera
de control, en un tema cuyo manejo es desaprobado por el 92% de la
ciudadanía; unos días antes, el ministro Burgos había admitido otro “fracaso del Estado”, esta vez para enfrentar los problemas en La Araucanía;
el miércoles pasado, la Presidenta de la República reafirmó el rumbo de
su administración al sostener que “en la vida hay que seguir adelante,
no importa las trampas que nos pongan en el camino”; pero el secretario
general de la Presidencia -el ministro más cercano a Bachelet- concedió
una polémica entrevista en la que hizo un crudo mea culpa por la
“vorágine de reformas” a la que se lanzó irreflexivamente La Moneda en
su primer año de gestión. Nicolás Eyzaguirre también autocriticó su paso
por la cartera de Educación, señalando que fue un error abordar tantos y
tan complejos cambios al mismo tiempo. Sin embargo, el lunes la
ministra de Educación expuso ante el comité político el cronograma
ideado “en conjunto con la Segpres” (¡o sea, con Eyzaguirre!) para tener
aprobadas en diez meses (julio de 2016) tres macrorreformas: estatuto
docente, la desmunicipalización y la gratuidad de la educación superior.
Un día después, tanto Adriana Delpiano como Eyzaguirre
señalaron que los plazos fijados “no necesariamente deben cumplirse”.
¡Plop!
Ningún gobierno está libre de descoordinaciones y errores. Pero lo que a otro le llevaría meses o incluso años de traspiés, a éste le toma apenas un par de semanas.
Aunque el problema se da a todo nivel, parece obvio que la gran responsable de este desorden es la Presidenta de la República, que no logra reafirmar su autoridad ni ha querido empoderar a algún ministro para que éste agarre con fuerza el timón. En medio de esta desoladora falta de liderazgo, el país sigue funcionando, con un crecimiento económico bajo, incertidumbre y polarización creciente. Un viejo adagio naval resume mejor que ninguna otra frase el monumental enredo en que nos ha sumido este gobierno inepto: “todo el mundo manda, nadie obedece, la banda toca lo que quiere, y la institución marcha”.
1 comentario:
Estamos en presencia de un gobierno que está preso de su propio infantilismo. Un gobierno que corre en circulos desesperados, ciegos, sordos más no mudos, pero al mismo tiempo haciendo gala de su grillete llamado inconsecuencia.
Han caído en popularidad a tal punto de romper la barrera de desaprobación que tenía el gobierno de Piñera, incluso corre el riesgo de rozar el nivel de popularidad y aprobacion que ostenta Dilma Rouseff en Brasil (dicho sea de paso, hay rumores de un golpe de estado, usando el modelo que nos liberó del marxismo en 1973). ¿Que opinará Andrade ahora?
Sin el ánimo de ofender, estamos gobernados por una ineptocracia, en la cual todos, unos mas ineptos que otros, corren en todas direcciones, desesperados y presos del pánico al no poder controlar la bestia que ellos mismos engendraron, criaron y alimentaron y que tarde o temprano se los devorará sin asco.
Saludos.
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