jueves, 31 de marzo de 2011

Indefensión en barrios controlados por el hampa.


Indefensión en barrios controlados por el hampa.


El desafío del gobierno es que el anuncio de "recuperar" zonas como La Legua Emergencia se traduzca en avances para quienes hoy viven con miedo


EL PROBLEMA no es nuevo ni poco discutido, pero hace falta que ocurra algo especial para que vuelva a figurar en la agenda pública con la relevancia que amerita. Así, cuando los medios de comunicación informan de allanamientos policiales con despliegue de efectivos y armamento, incautaciones de armas y drogas, enfrentamientos entre policías y narcotraficantes, persecuciones de delincuentes de alta peligrosidad (incluso menores de edad), o asesinatos entre bandas rivales y "quitadas" de drogas, entonces la población capitalina de La Legua Emergencia -con todo su complejo entramado de disfunciones a todo nivel- se instala en el debate nacional por un tiempo, usualmente no mayor al que toma a las autoridades comprometer recursos en un plan de intervención que ataque la situación en forma multifocal, sin restringirla a su dimensión exclusivamente policial.


En esta ocasión, lo que ha puesto a la población en el centro de la contingencia fue una carta del párroco de La Legua a las autoridades, haciendo un llamado a que pongan fin al estado de indefensión en que viven sus habitantes por causa de las mafias del narcotráfico y la delincuencia que éstas generan. Sus frases dan cuenta de una dura realidad: "Hay tantas balaceras, que los niños a veces no van a la escuela"; "durante 15 días tuvimos tres muertes y no sé cuántos heridos, tienen armas muy sofisticadas"; "vivimos como prisioneros de la dictadura instaurada por el narco". Lo que describe el sacerdote es un territorio en el que el Estado está virtualmente ausente, y donde sus habitantes no gozan de los mismos derechos y libertades que la ley garantiza al resto de sus conciudadanos.


El caso de La Legua Emergencia se repite también en otros barrios de Santiago y distintas ciudades: en ellos no hay presencia de la autoridad ni de las fuerzas de seguridad y orden públicos, lo que genera un entorno en que se hace difícil tener acceso a servicios básicos como agua, correo, teléfono, electricidad e incluso ambulancias y bomberos. Parte de la explicación es que determinadas opciones urbanísticas tomadas en el pasado resultaron en la construcción de grandes conjuntos habitacionales sin infraestructura mínima, con vías y pasajes angostos, sin áreas verdes y con poca iluminación pública, donde no existen suficientes colegios, centros de salud o comisarías. Escasean también, por ende, el comercio legal y las oportunidades de empleo. Estas son condiciones que propician el aumento de la delincuencia y el narcotráfico, y el círculo vicioso de aumento de la violencia que ello genera ha sido enfrentado, hasta ahora, con medidas ineficaces.


Ante el tenor de la carta del párroco, el ministro del Interior aseguró estar trabajando en un "plan para recuperar La Legua", a la cual describió como "la experiencia más cercana que tenemos a las favelas". La idea de aprender de la experiencia de Brasil -que el ministro fue a conocer en persona- parece bien encaminada, pues consiste en garantizar una fuerte y continuada presencia policial en los barrios intervenidos, bajo cuyo amparo pueden comenzar a abordarse las dimensiones sociales del problema en materia de educación, salud, empleo, entorno comunitario, etc. El desafío será que, en zonas como La Legua Emergencia y otras similares, los anuncios de "recuperación" se traduzcan en medidas concretas, cuyos resultados prácticos mejoren la calidad de vida de los vecinos que hoy viven con miedo.


Editorial tomado de Diario La Tercera.

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