viernes, 1 de abril de 2011

El legado intelectual de Jaime Guzmán.


El legado intelectual de Jaime Guzmán


Carlos Frontaura R.
Investigador Fundación Jaime Guzmán E.


A veinte años del alevoso asesinato de Jaime Guzmán, lo horrendo del hecho y el peregrinar de familiares y amigos en búsqueda de verdad y justicia pueden hacer pasar a un segundo plano el aporte que su pensamiento y obra, plenamente actuales, representan para el país. Entre las numerosas reflexiones que sobre esto se pueden realizar, parece indispensable detenerse en una de las más relevantes para una convivencia sana: su inquebrantable defensa de las autonomías sociales y el principio de subsidiariedad.



En su temprana juventud, Jaime Guzmán se encontró con una sociedad que estaba a las puertas de fracturarse irreconciliablemente. Las causas de ello eran muchas, pero jugaba un papel central la exacerbada ideologización del país. Dentro de ese proceso, los cuerpos intermedios -vehículo indispensable para el desarrollo integral de las personas- habían sido capturados, cual más cual menos, por esas mismas ideologías. Éstas, controladas por los partidos políticos, desnaturalizaban la función propia de esas agrupaciones.

De este modo, Chile, dominado por las opciones contingentes y partidistas, se veía privado del papel fundamental que en una sociedad auténticamente libre cumplen las asociaciones que están entre la familia y el Estado. Así, la política y sus debates asfixiaban las otras dimensiones de la vida en comunidad, dificultando, y muchas veces impidiendo, que florecieran las más variadas y legítimas iniciativas y objetivos. Esto mismo además empujaba a un constante crecimiento del aparato estatal, lo que contribuía a ahogar la acción de los cuerpos intermedios y de las personas.



En ese contexto, Jaime Guzmán concibió una corriente de pensamiento que, inspirada en el acervo cultural del occidente cristiano, articula libertad y solidaridad, derechos y obligaciones, todo con miras al bien común. Esa doctrina, respuesta coherente a nuestra época y sus desafíos, mira con desconfianza tanto las soluciones nostálgicas inspiradas en sociedades cerradas de base corporativa, como aquellas utopías que pregonan una autonomía moral anarquizante. De este modo, frente a la falsa disyuntiva de elegir entre las diversas formas de colectivismo -de origen racionalista o religioso- y el individualismo, imaginó una alternativa distinta y coherente con la dignidad trascendente del ser humano.



La convicción de que los cuerpos intermedios son expresión y ejercicio de la libertad responsable de los ciudadanos lo llevó a promoverlos, exigiendo que el Estado se apartara de los ámbitos en que aquellos cumplían eficiente y legítimamente objetivos sociales. Al mismo tiempo, comprendiendo que en una sociedad abierta la vinculación a estos cuerpos es voluntaria, rechazó su instrumentalización por loable que pareciera. Los dirigentes gremiales actúan indebidamente al usar la asociación en beneficio de sus opciones personales. Tenerlas, expresarlas y defenderlas es válido y natural, pero no puede hacerse manipulando la representación que ostentan, ya que de hacerlo se viola la dignidad humana de los asociados que, en lo contingente, pueden y tienen derecho a tener otras preferencias. La defensa de los bienes fundamentales nunca se podrá hacer sacrificando parte de ellos. Este fue el discurso gremialista que levantó en la Universidad Católica y que luego inspiró su vida política, incluyendo, por cierto, su aporte a nuestra institucionalidad.



El riesgo de trastocar las organizaciones sociales y de que el Estado asuma, como gran hermano, una porción importante de las tareas que corresponden a las personas y las agrupaciones está siempre presente. Favorecer el paternalismo que genera clientes y no ciudadanos, y cuerpos intermedios dóciles a las ideologías de turno, es una tentación que tienen todos los sectores políticos. Por ello, la doctrina de Jaime Guzmán que armoniza subsidiariedad y autonomías sociales, dando una respuesta coherente a la realidad, no sólo está totalmente vigente, pues sirve para discernir las acciones concretas, sino que es un legado imperecedero para las futuras generaciones y fundamental para construir una sociedad auténticamente justa, libre y responsable.


(Tomado de Diario El Mercurio)


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