Quieren que el ecocidio sea un crimen de lesa humanidad.
En el centro de las
negociaciones oficiales, la cumbre de Río+20 -que empieza este miércoles en
Brasil- está la preocupación por buscar acuerdos políticos que mejoren el
destino de la sociedad, particularmente de las más pobres, y de la naturaleza.
Puede que la politíca no
sea el escenario adecuado, ni los políticos la gente autorizada para esa
misión, a juzgar por el paso glacial, erosionado, de las conversaciones aquí,
en Río de Janeiro.
La ciencia tiene claridad
en muchos asuntos y los ministros lo reconocen.
Pero hay otros factores
también, razón por la que la respuesta política a asuntos como el cambio
climático siempre le va a la zaga a la ciencia.
Si la política no le
cuadra, ¿qué decir de la ley?
En 1996, el abogado Mark
Gray tuvo una visión clara: convirtamos el ecocidio (la destrucción de la
naturaleza) en un delito.
Bueno, dirá uno,
cualquier país puede hacer eso. De hecho, muchos lo han intentado en diversos
grados.
Dependiendo de donde uno
viva, encender fogatas en el bosque, robar huevos de los nidos, arrojar aceite
de motor a los arroyos y construir en un habitat protegido puede conducirnos a
comparecer ante un tribunal.
Sin embargo, otros países
no tienen tales leyes.
También, las actividades
que dañan al mundo natural a veces ocurren más allá del ámbito de las fronteras
nacionales; para citar un ejemplo, la pesca indiscriminada en alta mar.
Los peores delitos
Los peores daños al medio
ambiente provienen de las compañías que pertenecen a un país y operan en el
territorio de otro.
Esto explica la
iniciativa de la abogado Polly Higgins para convertir el ecocidio en uno de los
cinco "crímenes contra la paz" internacionales, junto a los crímenes
de guerra, al genocidio, a los crímenes contra la humanidad y los crímenes de
agresión.
Para la gente del
movimiento Eradicating Ecocide ("Erradiquemos el Ecocidio") no se
trata de aplicar coscorrones en castigo por la transgresión de la ley.
El año pasado, el
movimiento mostró lo que sería un juicio por este potencial delito, en el cual
dos ejecutivos de una ficticia compañía canadiense dedicada a la brea
enfrentaban un tribunal con auténticos abogados, un juez de verdad y un jurado
de verdad.
Uno fue
"sentenciado" a cuatro años de cárcel.
Así como los directores
de las corporaciones que se extralimitan, el movimiento cree que los ministros
y los jefes de gobierno que llevan a cabo o permiten el ecocidio deberían ser
juzgados.
Y los casos podrían
elevarse a los tribunales en nombre de los habitantes, ya sean humanos o de
otras especies.
La postura de Eradicating
Ecocide ha ganado apoyo -por cierto, de parte de los ambientalistas, pero
también, me aseguran, de algunos gobiernos, aunque no me parece que alguno lo
haya reconocido públicamente todavía.
La posibilidad de obtener
respaldo de todos los gobiernos parecería ser infinitesimal, especialmente si
se toma en cuenta el hecho de que un gran número de ellos ha elegido no
reconocer la Corte Penal Internacional y aceptar su jurisdicción.
Este organismo es el que
puede oír las causas rotuladas bajo los cuatro crímenes contra la paz.
Pero quizás eso no
importe.
El principal objetivo es
impedir que ocurran las instancias ecocidas en primer lugar.
Y si hay una compañía que
opera en muchos países, en algunos que aceptan la jurisdicción y en otros que
no, la compañía tendrá que respetar los estándares de aquellos que sí aceptan.
Un árbol puede no serlo
Si lograr la definición
legal de árbol en el Protocolo de Kyoto demoró varios años, ¿cuçanto tomaría
definir ecocidio? ¿Qué incluiría una persona común y corriente en el concepto
de ecocidio?
La palabra salió al mundo
hace unos 40 años, en la primera Cumbre Ambiental de Naciones Unidas en
Estocolmo, cuando el primer ministro sueco, Olof Palme, se lo achacó a Estados
Unidos respecto al uso de los productos químicos defoliadores durante la guerra
de Vietnam.
En la visión de Polly
Higgins, los actos ecocidas durante la guerra no son el objetivo principal,
porque éstos pueden considerarse bajo algún otro tipo de crimen contra paz.
La preocupación principal
es qué ocurre en tiempos normales.
Por ejemplo, una
filtración masiva de petróleo causada por negligencia o acción temeraria.
¿Qué pasaría con la pesca
o la caza de una especie hasta su extinción?
Si una compañía abre una
mina a cielo abierto, digamos, se va a registrar un importante daño ecológico
en el área.
Sin embargo, con voluntad
y el enfoque adecuado, todo puede volver a su estado original tras la clausura
de la mina.
La remoción de tierra
original, ¿caería bajo la descripción de ecocidio por el daño que hace?
Será interesante ver cómo
se desarrolla la idea de Eradicating Ecocide en los próximos años.
Tomado de BBC Mundo, textos de Richard Black.
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