Dos meses de
Gobierno y un complejo escenario,
por Sergio Melnick.
La agenda nacional está muy compleja en una
etapa demasiado temprana para el nuevo Gobierno. La reforma tributaria se ha
ido desinflando sistemáticamente, y de acuerdo a la encuesta CADEM, sigue
cayendo su aprobación, que ahora sólo alcanza un 40%, mientras el rechazo sube
al 32%. El impacto político de esta mala política pública fue acusado de manera
muy amateur por el Gobierno, que hace un video muy ideologizado,
caricaturizando la realidad, con un lenguaje sesentero de resentimiento y
polarización, que recuerda lo más burdo del chavismo o la propaganda cubana.
Es inédito pedir más recursos y no explicitar
exactamente cómo se van a gastar. Desde 1990 el gasto en educación aumentó cuatro
veces sin que mejorara la calidad. Es evidente que traspasar US$ 8.200 millones
del sector privado al Fiscal sí tendrá efectos en el dinamismo de la economía.
A pesar de ello, el Gobierno decide pasar la aplanadora en el Congreso y no
aceptar la crítica ni otras propuestas. Más aún, trata de desmantelar todo lo
hecho por su antecesor.
En la misma encuesta, si bien Bachelet mantiene
su aprobación en 52% (10 puntos menos ya desde su elección), su rechazo sube 8
puntos, para llegar al 28%, mostrando la peor caída en el sector “medio”, en
que la aprobación cae del 51% al 45%. Además, cae del 63% al 54% el porcentaje
de personas que cree que al Gobierno le irá “muy bien/bien”. Y van sólo dos
meses.
En ese orden de cosas, se presenta una
propuesta improvisada para reformar el binominal, retirando la que presentó
Piñera (que era mejor) y desconociendo lo propuesto por RN y la DC. Esta
iniciativa no supone avances significativos en proporcionalidad ni en igualdad
del voto, ni corrige otros efectos que se le asignan al sistema binominal, como
la elección “por arrastre”. Lo más grave es sostener que un aumento de un
tercio de los Parlamentarios tiene costo cero para el Fisco. Eso refleja o bien
poca seriedad del Gobierno, o bien que el Congreso ha dilapidado recursos a
manos llenas. Al final, da la impresión de que la clase política Legisla para
sí misma y no para el país, pues los nuevos cupos Parlamentarios sólo les
sirven a los partidos. Veremos si aquí también pasará la aplanadora. En todo
caso, no se puede cambiar el Congreso sin modificar también nuestro régimen
hiperpresidencial.
Por otro lado, en dos meses de Gobierno no se
ha hablado ni una sola palabra de calidad de educación y parece que no es tema
de la agenda; era sólo un eslogan. Y de la nada se presenta un primer proyecto,
pero curiosamente no es sobre la educación, sino para generar una improvisada
figura de intervención universitaria. Lo obvio era sacar primero la nueva
Superintendencia de Educación y bajo su alero crear esta nueva figura. El proyecto
permite la intervención con principios demasiado generales y eso es un peligro
inconmensurable en Gobiernos ideologizados, como lamentablemente está
ocurriendo con el actual. Los estudiantes, a su vez, no tienen interés en
escuchar las propuestas del Gobierno y empezarán las protestas sin que nadie
sepa aún por qué.
Luego el Gobierno sale a criticar la compra de
servicios de salud en el sector privado, cimentando la idea de que prefieren
tener a 500.000 personas esperando en las colas Auge a que sean atendidas.
Insólito. Ese fue el récord anterior de Bachelet. Los servicios se compraban
igual antes, y de peor manera, pero se trata de golpear a Piñera como sea. Una
filosofía de destruir, más que construir.
Todo esto ocurre en una economía que decae, en
que aumenta un poco el desempleo y la incertidumbre apaga muchos proyectos de
inversión. ¿Política del terror? No, más bien son datos objetivos de la
realidad.
Los países que llegan lejos son aquellos con Gobiernos
que buscan los acuerdos, escuchan la crítica y no tratan de destruir a sus
predecesores. Así se logró el extraordinario progreso del país en los últimos
30 años. La Nueva Mayoría parece despreciar todo lo que hizo la Concertación en
cuatro Gobiernos.
Una vara tiene dos puntas. Lo sabio es aprender
a mirar la vara, no las puntas.
Tomado de Diario La Segunda de ayer.
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