martes, 11 de enero de 2011

Bonanza del cobre: ¿Bendición o maldición?


Bonanza del cobre: ¿Bendición o maldición?,

por Alejandro Ferreiro.

No puede dejarnos indiferentes el aumento en la dependencia de nuestras exportaciones, ni el impacto por el exceso de divisas.


EL PRECIO DEL COBRE lleva más de un mes quebrando récords históricos. Y se acumula evidencia que sugiere que estamos frente a una tendencia que puede extenderse. De hecho, sólo en los meses posteriores a la crisis económica del 2008, el metal rojo bajó de los 2,5 dólares la libra. Su precio superó los tres dólares en más de tres de los últimos cinco años. La tendencia alcista desde principios del 2009 casi no tiene pausas. Contrastan estos precios con lo observado años antes. Entre 1996 y el 2003, el precio del cobre osciló en torno a un dólar la libra.


Para efectos presupuestarios, hemos reconocido que el precio del cobre es cíclico, por lo que los excedentes percibidos por sobre el precio de tendencia o largo plazo (calculado en US$ 2,59 para el Presupuesto 2011) se ahorran bajo la regla de superávit fiscal estructural vigente desde la administración Lagos.


La fortaleza actual del cobre explica su crecida ponderación sobre el total de nuestras exportaciones, pasando del 37,5% en 1996, al 57,3% en 2010. No cabe quejarse de cifras que, en lo esencial, reflejan el alza en el precio del metal rojo, pero tampoco puede dejarnos indiferentes el peligroso aumento en la dependencia y concentración de nuestras exportaciones, ni el impacto que el exceso de divisas generadas por el cobre tiene sobre el tipo de cambio y el resto del sector exportador.



La clave de un desarrollo sustentable que ofrezca más y mejores puestos de empleos reside en la diversificación de la matriz productiva hacia la generación de mayor valor agregado. Años atrás, esta reflexión inspiró la propuesta de destinar los recursos del royalty a la minería hacia la innovación. Entonces, Chile destinaba cerca del 0,7 del PIB a investigación y desarrollo.


Hoy, con el cobre por los cielos, ese porcentaje sólo alcanza al 0,4% del PIB, reflejando nuestro preocupante retroceso en el empeño de transformar la bonanza de hoy, en desarrollo diversificado mañana. Si hacemos caso a los estudios que asocian el potencial de desarrollo de las naciones a la diversificación y complejidad de su canasta exportadora, la situación chilena debiera prender alarmas.


Por otro lado, y en la medida en que el precio de tendencia del cobre se "sincere" a niveles superiores a los tres dólares (la demanda China y la creciente utilización del metal en automóviles y aparatos electrónicos lo justificaría), el gasto público podrá expandirse significativamente bajo la actual regla fiscal. ¿Y cómo gastar el fruto de la bonanza? ¿Cómo lograr la disciplina y la mirada de largo plazo que nos permitan avanzar hacia una mayor "independencia" del cobre? Quizás necesitemos una nueva regla presupuestaria, una que se asocie ya no a cuánto gastar, sino a cómo gastar, de modo de vincular el mayor gasto público que el cobre permita, a la generación de una estrategia nacional explícita para la diversificación productiva. Una que ponga énfasis en la educación y capacitación de calidad, la investigación y desarrollo, el acceso al crédito para los innovadores, etc.


Mirar el largo plazo requiere disciplina, acuerdos nacionales y voluntad de preferir la inversión en el futuro por sobre el consumo presente. De eso depende que nuestros hijos y nietos puedan hablar de la bendición, y no de la maldición, del cobre.

Tomado de Diario La Tercera. La imagen es una gentileza de www.elciudadano.cl


No hay comentarios: