El lado oscuro de la "primavera árabe" que viven los cristianos de Egipto
El Ejército egipcio descartó esta semana, tal como afirmó el general Adel Emara, portavoz del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, que sus efectivos hubieran tenido que ver con los asesinatos ocurridos durante las protestas del fin de semana pasado, que dejaron entre 25 y 36 muertos, según distintos conteos.
El Consejo también anunció que legalizará las iglesias cristianas y reforzará las sanciones contenidas en el Código Penal contra quienes ataquen a otras personas o comunidades por razones de credo, género, raza, idioma o religión.
Algunos heridos en los enfrentamientos tenían su propia versión. Uno de ellos, Mithaq Tishad, de 39 años, fue uno de las víctimas de la arremetida de blindados del Ejército sobre los manifestantes.
“Era una acción pacífica. No habíamos hecho nada, simplemente llevábamos cruces. Empezaron a llegar los tanques, la gente comenzó a correr pero yo me caí y un tanque me pasó por encima de la pierna”, dijo mientras lo atendían en el Hospital Copto de El Cairo.
En tanto, el viceprimer ministro del gobierno de transición, Hazem Beblawi, miembro del Partido Socialdemócrata egipcio y de tendencia liberal, dimitió como protesta contra la represión.
Hoy viernes, unos 300 coptos marcharon desde la sede de la radiotelevisión egipcia hasta la histórica plaza Tahrir, en El Cairo, en honor a los "mártires caídos el 9 de octubre", afirmó el activista cristiano Raed al-Sharqaui. Los participantes gritaron consignas en contra el jefe del Consejo militar, Hussein Tantaui.
Y como una muestra de solidaridad interreligiosa, otra marcha integradas por musulmanes y cristianos para rechazar los incidentes se llevaron a cabo entre la milenaria universidad islámica de al-Azhar y la catedral cristiana de Abbasiya.
Pese a todo, el enrarecido ambiente ha profundizado la diáspora de los coptos, principalmente hacia Norteamérica y Australia. Según medios periodísticos egipcios, cerca de 10.000 personas han tratado de solicitar visas para salir del país sólo este año.
La situación de los coptos ha variado dramáticamente desde febrero de este año, cuando en la plaza Tahrir cristianos e islámicos se manifestaban codo a codo contra el régimen de Mubarak.
"Incluso los viernes los coptos protegían a los musulmanes mientras rezaban, y lo mismo hacían los musulmanes los domingos en favor de los cristianos", describe Gilberto Aranda, coordinador académico del Instituto de Estudios Internacionales (IEI) de la Universidad de Chile.
"Parecía en ese momento un movimiento que iba más allá de las diferencias religiosas, bajo el lema 'ni cristianos ni musulmanes, sino egipcios'", añade.
La fraternidad comenzó a trizarse conforme pasaban los meses, luego de la quema de la iglesia de Mar Girgis, en Asuán y las denuncias de secuestro de jóvenes mujeres para convertirlas a la religión rival. La paciencia de los coptos "reventó" en los violentos enfrentamientos del fin de semana pasado.
Sobre la argumentación militar de inocencia, versiones difundidas en Egipto apuntan a la responsabilidad de grupos salafistas (radicales islámicos) e incluso de ex miembros de los aparatos de seguridad del derrocado Hosni Mubarak (conocidos como "baltaguiya", o matones) como los principales incitadores de la violencia.
"Más allá de la primavera árabe, hay grupos que necesitan generar inestabilidad que justifique la mantención de estados de excepción para no seguir abriendo espacios democráticos", enfatiza Eugenio Chahuán, arabista e investigador del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile.
El mismo Patriarca copto, Chenuda III, denunció el lunes que “desconocidos se infiltraron en la manifestación y cometieron crímenes que se imputan a los coptos”.
“Hemos sufrido problemas en reiteradas oportunidades, sin que los agresores sean procesados”, agregó.
Anteriores al Islam
La comunidad copta existía en Egipto mucho antes de la llegada del Islam, en el año 639, y es el remanente de la una vez poderosa potencia cristiana que fue capaz de desafiar teológicamente a Roma y a Bizancio.
Su división con respecto al catolicismo y la iglesia ortodoxa es aún más antigua que la llegada de los musulmanes. Defensores del credo monofisita, su Patriarca todavía tiene gran influencia en la iglesia etíope y en Eritrea, aunque también existe una pequeña iglesia católica copta en el Alto Egipto que reconoce al Papa de Roma.
La redoblada presión musulmana no es novedad en su historia, que ha fluctuado entre la persecución bajo los regímenes más radicalmente islámicos, como los fatimíes entre los siglos X y XII, a la tolerancia e incluso el florecimiento, como ocurrió bajo el gobierno de los jedives proclives a Occidente en el siglo XIX.
Su condición de cristianos tendió a orientarlos hacia el comercio con Europa. Hoy forman parte preferentemente de los sectores medios y relativamente acomodados de la sociedad egipcia, algo que no necesariamente los favorece frente al resentimiento de los sectores populares musulmanes.
En la actualidad constituyen entre 7 y 10% de la población egipcia, con unos 8 millones de personas, una cifra que varía constantemente debido a la permanente diáspora de sus miembros.
Bajo el régimen revolucionario nacionalista árabe de Gamal Abdel Nasser (1956-1970), más laico e izquierdista que musulmán, los coptos vivieron tiempos relativamente mejores. Ello se prolongó hasta la última época de su sucesor, Anwar Sadat (1970-1981).
Al principio de su gobierno, Mubarak también toleró a los coptos, abriéndoles algo de espacio incluso en responsabilidades gubernamentales. Un ejemplo es el ex secretario general de la ONU, Butros Butros-Ghali, quien tras topar "techo" en las aspiraciones a las que un cristiano puede llegar en la política interna egipcia, continuó su ascenso en la arena internacional.
Durante los últimos bandazos de su prolongado régimen, Mubarak también comenzó a incrementar la presión sobre los coptos en medio de la creciente oposición en su contra.
Luego de la caída del régimen, la "primavera" entre coptos y musulmanes duró sólo unos meses. ¿Qué ocurrió? "Lo que se puede decir es que la suerte de los cristianos egipcios es una campanada de alerta acerca de los verdaderos alcances y los límites que puede tener el movimiento democratizador en los países del norte de África y el Medio Oriente", precisa el experto.
Así, hoy se desarrolla un juego de poder en el que entran por un lado el Ejército, actor político crucial desde la década del '50 del siglo pasado, junto a los antiguos funcionarios del régimen que se incorporaron al gobierno de transición y, por otro, las agrupaciones sociales, políticas y religiosas que buscan conseguir mayor acceso al poder aupadas por las manifestaciones de principios de este año.
En medio, los coptos han comenzado a convertirse en peones del cambio dentro del equilibrio de fuerzas que apunta a reconstruir la política egipcia.
Un actor crucial en este cuadro es la Hermandad Musulmana, poderosa e histórica agrupación islámica evolucionada hacia posturas moderadas. En la actualidad ocupa un creciente arco del espectro político y es reconocida como la fuerza de oposición más cohesionada.
Mientras busca alejarse del “integrismo”, la Hermandad, si bien declaró que considera legítimas las aspiraciones de la comunidad copta en cuanto al derecho de reconstruir y erigir nuevas iglesias –uno de los puntos centrales de sus demandas, y también uno de los aspectos más resistidos por los islámicos integristas-, advirtió que hoy “no es el momento adecuado para reclamarlas” mientras se mantenga en el poder el actual gobierno provisional.
Otra baza la juegan los grupos salafistas, de tendencia islámica radical, con fuerte presencia en los sectores populares y más intolerantes con respecto al empoderamiento de los cristianos.
Un factor importante en este ajedrez es el inesperado renacer del nasserismo nacionalista, seguidor de la herencia de Nasser y más cercano al laicismo. "La izquierda neonasserista agrupada en el partido Hizb al-Karama (Partido de la Dignidad), con dirigentes como Hamdeen Sabahi, se ve muy bien posicionada de cara a las elecciones anunciadas, por el momento, para el próximo año", describe Aranda.
En este cuadro, para poner barreras al crecimiento del nasserismo laico, que probablemente es más tolerante con los cristianos, tanto los sectores más “reaccionarios” en el gobierno de transición como los grupos musulmanes coinciden en la jugada de poner coto a las aspiraciones y exigencias de los coptos. Al mismo tiempo, buscan ganar apoyo entre los sectores populares.
"Así, en esta ‘pasada’ política son los coptos los que pierden", señala el experto.
“Este es un debate que no pasa por las reivindicaciones de libertad y democracia. Muestra más bien la voluntad de algunos grupos de enturbiar el proceso de apertura política en Egipto, a través de generar un conflicto más bien ficticio entre dos comunidades que han convivido durante siglos”, apunta Chahuán.
Prudencia pontificia
Un factor que puede tener impacto es la actitud de la comunidad internacional, especialmente la occidental. En Egipto, tal como en el resto del mundo árabe, la figura amenazante del "cruzado" cristiano todavía tiene enorme fuerza, así que un apoyo externo desmedido a los coptos puede azuzar la desconfianza de los musulmanes, lo que redundaría en peores consecuencias para los cristianos si son vistos como "aliados" de las potencias extranjeras.
Por el momento, la Comunidad Europea condenó el lunes la violencia ejercida contra los cristianos coptos, en la voz de la alta representante de la UE para Asuntos Externos y Política de Seguridad, Catherine Ashton. “Esperamos que las autoridades egipcias respondan y que veamos esto en el corazón de la transición egipcia”, aseveró.
Quien se dio cuenta del delicado papel que puede jugar la presión internacional es el Papa Benedicto XVI, quien el miércoles denunció los desórdenes como “intentos de minar la coexistencia pacífica entre sus comunidades que, sin embargo, es esencial para salvaguardar en estos momentos la transición”.
Así, en lugar de apelar a todo trance en la identificación entre los católicos y los cristianos egipcios, el Pontífice se declaró partidario la necesidad de fomentar el diálogo y la tolerancia religiosa, resalta Aranda. "Ése es el único camino viable para la comunidad internacional si no quiere empeorar la situación de los coptos".
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