LEY DE PRESUPUESTOS 2015: DUDOSO EFECTO REACTIVADOR
15 de octubre de 2014     
     
     
      
      
      
     
                    Ya se han dado a conocer los principales lineamientos de lo que será la política de gasto público en 2015, luego de aprobada una significativa alza de impuestos. El gasto crecería un 9,8% real, la segunda mayor expansión de los últimos veinte años, luego del crecimiento de 16,5% real del 2009, en medio de la profunda crisis financiera que se inició en 2008. Son varios los cuestionamientos que surgen respecto a este significativo aumento en el tamaño del Estado:

- ¿Justifica la situación económica interna y externa este fuerte estímulo?
 - ¿Es el gasto el instrumento más apropiado para resolver el significativo deterioro del crecimiento?
 - ¿Responde este aumento del gasto público a las justificaciones de la reforma tributaria?
 - ¿Cómo afecta esta Ley de Presupuestos la sostenibilidad fiscal de mediano plazo?
 
Intentaremos a continuación responder estas preguntas, que permiten 
hacer una evaluación del impacto macroeconómico de la política fiscal en
 2015.
EL ENTORNO EXTERNO ACTUAL
Lo primero es señalar que independientemente de los efectos que pueda
 haber tenido la expansión fiscal de 2009 (el gasto aumentó 16,5% y el 
PIB cayó 1% ese año), la situación actual dista en forma muy 
significativa de la de aquel período, en que, al menos durante los 
primeros meses de la crisis, se enfrentó una fuerte restricción de 
liquidez y una caída abrupta del precio del cobre, es decir, un 
escenario externo que necesariamente implicaba un freno a la actividad 
privada, como puede verse en los gráficos a continuación.

Tampoco la situación de nuestros términos de intercambio amerita el 
nivel de estímulo fiscal que se estaría adoptando. La situación externa 
que enfrenta el país es completamente normal en términos históricos. 
Esto muestra también que la desaceleración actual de la economía no se 
explica principalmente por condiciones externas, sino internas y dentro 
éstas, probablemente la más significativa es la implementación de un 
programa de gobierno “anti-crecimiento”. De hecho, hasta el tercer 
trimestre de 2013, conocido ya los efectos del fin del ciclo minero, las
 estimaciones de crecimiento para este año eran de 4,5%, y de ahí en 
adelante se reducen aceleradamente, hasta un 2% actual.

En definitiva, la situación externa no amerita una política de gasto 
fiscal fuertemente expansiva. Efectivamente se observa una notoria 
pérdida de dinamismo, con un crecimiento acumulado de 1,8% entre enero y
 agosto. Sin embargo, sin enfrentar las causas de fondo de este 
“frenazo” es improbable que se logre un repunte importante, e incluso la
 estimación de crecimiento del Ministerio de Hacienda, de 3,6% para 
2015, con una demanda creciendo un 3,9%, parecen tener un sesgo 
optimista.
IMPACTO MACROECONÓMICO DE UNA EXPANSIÓN FISCAL
Si analizamos el segundo de los cuestionamientos planteados, referido
 al impacto de una fuerte expansión fiscal en el actual contexto, 
podremos concluir que la herramienta es poco efectiva, por varias 
razones. La primera, es que este aumento de gasto es posible porque 
tiene detrás una contracción del gasto privado generada por los mayores 
impuestos y el clima de incertidumbre asociado a las reformas que esta 
impulsando el gobierno, y el efecto combinado de ambas políticas no es 
especialmente dinamizador en términos de demanda agregada total. Se 
podría argumentar que la contracción generada por los mayores impuestos 
ya se produjo en parte durante el año en curso, lo cual es efectivo. Sin
 embargo, en una economía abierta con tipo de cambio flexible y sin una 
restricción financiera externa, el aumento de gasto público le quita 
espacio a la política monetaria, generando un mix de mayores tasas de 
interés y menor tipo de cambio real, que atenúa el impacto expansivo de 
la política fiscal. El deterioro de la competitividad se acentúa por el 
sesgo que tiene el gasto público en bienes no transables.
En los ocho primeros meses de este año el tipo de cambio real subió 
un 10% respecto a igual período del año anterior. Esta ganancia en 
competitividad es uno de los factores principales para permitir hacia 
adelante una recuperación de los rubros transables. Una política fiscal 
expansiva quita espacio a esta recuperación que podrían liderar los 
rubros transables.
Por ende, desde un punto de vista macroeconómico, es menor el efecto 
agregado del estímulo fiscal, ya que termina siendo más que nada una 
transferencia desde los sectores transables a los grupos beneficiados 
por el aumento del gasto público.
REFORMA TRIBUTARIA Y LEY DE PRESUPUESTOS 2015
Hemos planteado en diversas oportunidades que la desaceleración de la
 actividad se explica en parte por la reforma tributaria. Ésta, además 
de su impacto transitorio producto de la incertidumbre en el período de 
discusión, genera efectos permanentes debido a la caída en el ahorro e 
inversión del sector privado. Este costo en términos de crecimiento 
supuestamente debía ser compensado a través de la utilización de los 
recursos en una profunda reforma educacional, que se tradujera en un 
aumento del capital humano y la productividad del trabajo, aspecto en el
 que efectivamente existen carencias en nuestro país.
Sin embargo, lo que estamos viendo en este proyecto de ley es que los
 recursos de la reforma tributaria no se están gastando en los proyectos
 que la justificaron, sino que se reparten en los distintos ministerios 
en proporciones similares a las que se han observado en forma histórica.
 La reforma termina resultando entonces, un aumento del tamaño del 
Estado, y no el financiamiento de las reformas estructurales del 
Gobierno.
Por
 otra parte, se desprende del proyecto de ley un aumento bastante 
significativo de los gastos en personal y en bienes y servicios de 
consumo y producción, por encima de lo que crecería el gasto en 
subsidios y transferencias. En comparación con la Ley 2014, el gasto en 
subsidios aumenta un 6,8% real, bastante por debajo del aumento total. 
El gasto en lo que se podría llamar burocracia aumenta en algo más de 
US$ 1.000 millones respecto a la Ley 2014. El gasto en educación aumenta
 en US$ 1.200 millones, cifra que representa un 48% de la recaudación 
esperada de la reforma. Sin embargo, planteado en esa forma ¿significa 
que el gasto en educación no habría crecido sin reforma? Parece evidente
 que este ítem no es una prioridad significativa, sino similar a lo que 
ha sido en los últimos años.
A pesar de que no compartimos para nada los énfasis que hasta ahora 
se han evidenciado en los proyectos de reforma educacional, es un hecho 
que éstos se terminarán aprobando, y en ese momento, generarán una 
importante demanda de recursos fiscales adicionales, que se habrán 
comprometido ya en otros programas.
De acuerdo a cifras del Ministerio de Hacienda, en 2015 el gasto 
fiscal aumentaría en US$ 5.500 millones. De este monto, algo menos de 
US$ 2.500 millones se destinaría a inversión, y el resto sería mayor 
gasto corriente. Si en 2016 se requieren los recursos para financiar las
 reformas del programa del Gobierno, ¿será factible retirar recursos de 
otros programas, ya sea de gasto corriente o proyectos de inversión que 
normalmente duran más de un año? La evidencia empírica muestra que 
existen serias dificultades políticas y prácticas para el retiro de 
estímulos, especialmente en un contexto en que la economía se mantendría
 creciendo a un ritmo bastante moderado, y con elecciones en 2016 y 
2017. Surge entonces la pregunta de cómo se van a financiar las reformas
 del programa de gobierno, especialmente considerando que sólo la 
reforma educacional podría terminar costando más que las estimaciones 
iniciales. La respuesta a esta pregunta tiene mucho que ver con el 
cuarto cuestionamiento planteado al inicio, referido a la sostenibilidad
 fiscal de mediano plazo.
RECUPERACIÓN DEL EQUILIBRIO ESTRUCTURAL
Uno de los aspectos más preocupantes de este proyecto de Ley de 
Presupuestos es que no sólo incumple con el objetivo de utilizar la 
recaudación de la reforma tributaria en los proyectos estructurales del 
Gobierno, sino que tampoco avanza en términos de reducir el déficit 
estructural (uno de los argumentos para la reforma) y, de hecho, se 
produciría un deterioro. Recordemos que en 2013 el déficit estructural 
fue de un 0,5% del PIB, subiría a un 0,9% este año y a 1,1% en 2015, de 
acuerdo a lo anunciado por el Gobierno.
Sin embargo, probablemente la cifra resulte mayor, ya que la 
recaudación esperada de la reforma tributaria de US$ 2.500 millones 
supone una reducción de evasión y elusión de US$ 800 millones, difícil 
de lograr. También parece optimista el aumento en los ingresos 
estructurales de CODELCO de 4,5% real, que no se condice con la 
situación productiva de la empresa. Es probable que finalmente se llegue
 a un déficit estructural más cercano a un 1,3% del PIB. Quedaría 
entonces para los tres años posteriores la eliminación del déficit, en 
un contexto en que al menos en los próximos dos años, el crecimiento del
 PIB estará por debajo del tendencial, y con elecciones municipales en 
2016 y presidenciales y parlamentarias en 2017. Por ende, retroceder en 
términos de reducir este déficit en 2015, en que aún no está aprobado 
ninguno de los proyectos estructurales de mayor gasto, genera riesgos de
 que finalmente no se cumpla el objetivo de recuperar el equilibrio 
estructural. Sin duda, este proyecto de ley de 
Presupuestos 2015 significa una señal negativa en términos de 
sostenibilidad fiscal futura y credibilidad de la regla fiscal. 

Los supuestos requeridos para recuperar el equilibrio estructural 
parecen optimistas, tanto en términos de crecimiento de PIB tendencial, 
de demanda y de crecimiento del gasto. Tampoco parece fácil hacia 
adelante que los aportes de CODELCO se mantengan en los niveles 
estimados por el gobierno. Complejo parece también el hecho de que las 
holguras presentadas por la DIPRES en sus estimaciones de mediano plazo 
parezcan ser inferiores a lo que costarían las reformas estructurales 
del gobierno, ¿se estaría pensando en eliminar programas vigentes o en 
proceso de discusión legislativa?
Las estimaciones de mediano plazo apuntan también a un problema 
bastante de fondo, referido a los efectos del menor crecimiento 
económico y su impacto en la política fiscal. Si utilizamos los cálculos
 de DIPRES y restamos de los ingresos estructurales los que provendrían 
de la reforma tributaria, durante el período 2016-2018 el gasto fiscal 
podría crecer a una tasa promedio anual de 2,3%. Es evidente entonces 
que con un bajo crecimiento económico no es posible en forma sostenible 
entregar más y mejores servicios públicos a la población. Es en este 
punto donde debería estar enfocándose la discusión actual de políticas 
públicas, dado que el impacto de una reforma es un efecto por una vez, y
 en el mediano plazo debemos converger a la real capacidad de 
crecimiento. Las cifras anteriores aparecen en el Cuadro N° 1.

CONCLUSIÓN
Desde el punto de vista del escenario macro que enfrenta Chile, no se
 requiere un estímulo fiscal de la magnitud del incorporado en el 
proyecto de Ley de Presupuestos. Probablemente tampoco generará un 
efecto reactivador importante, toda vez que no se están enfrentando las 
causas de fondo de la desaceleración de la economía, que tienen mucho 
que ver con el programa del actual gobierno. Pero además el nulo avance 
en reducir el déficit estructural, junto con los efectos que genera en 
los ingresos fiscales un menor crecimiento económico, pone en duda la 
sostenibilidad fiscal futura.
Tomado de http://www.lyd.org/
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