Otro Truco de la Nueva
Mediocridad,
por Hermógenes Pérez de Arce.
Los pobres chilenos hablan el
lenguaje que la Nueva Mediocridad, dueña absoluta de la opinión pública, les
permite hablar. Ella les “enseña” cómo deben decir las cosas. Por ejemplo, la
legítima defensa que la mayoría de los chilenos les encargó a los militares
para impedir un régimen totalitario de duración indefinida ahora se llama
“violaciones a los derechos humanos”. Desconfío profundamente de todos los que
dicen “violaciones a los derechos humanos”, porque están hablando el lenguaje
que les impuso Leonid Brezhnev en los ’70 para desprestigiar al Gobierno
Militar. Al final no le fue bien, porque el mundo le exigió a la URSS respetar
los derechos humanos y, como su sistema no podía funcionar haciéndolo, se vino
abajo. Pero ésa es otra historia. No obstante, ella confirma la importancia que
no sólo en materia de doctrina económica tuvo el Gobierno Militar para el
devenir de la Humanidad.
Ahora los sucesores
chilenos de Brezhnev, con la inevitable ayuda de los Kerenskys criollos, están
llevando a cabo una revolución marxista que, como no era difícil prever, ha
provocado estragos en la economía. Todos los indicadores retroceden… hasta
ahora, en que aparece uno que no: el empleo. La encuesta de ocupación de la
Universidad de Chile ha dicho que a septiembre, contrariando todas las demás
cifras, el empleo mejoró y la desocupación bajó a 5,9 por ciento.
Eso no podía ser,
desde luego, en el contexto de la desaceleración extrema que vive nuestra
economía y, por supuesto, no es. Pero hasta los más doctos economistas aparecen
aceptándolo. Un experto, desconcertado, aventura: “la variable que debiese
estar haciendo el ajuste, posiblemente son salarios”, dice. Otro economista
senior, también evidentemente desorientado, “atribuye la caída de la tasa a un
efecto netamente estacional”.
Es que no han
tenido tiempo de hurgar demasiado y se limitan a leer los principales
matutinos. Si hubieran leído “La Segunda” de ayer se habrían percatado del
“truco”: en realidad, dice al final de la información, el número de los que
tienen contrato de trabajo y perciben un salario ha caído 17,2%.
Es decir, el número de los que están
empleados bajo contrato ha disminuido en 17,2%, en línea con el frenazo que
sufre la economía en razón del proceso revolucionario marxista-leninista que
está viviendo el país y que ha subido confiscatoriamente los impuestos, se
apresta a liquidar el emprendimiento en la educación, anuncia una razzia contra
la salud privada, la Estatización de los derechos de agua de la minería y la
agricultura y una reforma laboral que encarecerá el factor trabajo y debilitará
la libertad de las empresas para asignar recursos, todo eso sin hablar de una reforma
Constitucional que (y esto lo apuesto doble contra sencillo) tiene como “leit
motiv” establecer la mayoría simple como quórum para expropiar los bienes de
dominio privado. Ergo, bajo ese clima los trabajadores contratados no podían
sino ser un 17,2% menos. Pero esto casi no se nota.
¿Qué truco
utiliza la Nueva Mediocridad para ocultarlo? Muy fácil: aumenta los
“trabajadores por cuenta propia” y los da como “ocupados”. Basta decir que la
persona trabajó una hora en la semana anterior limpiando vidrios en una esquina
y ya figura como “ocupado”. El Gobierno de Sebastián Piñera debe parte de sus
alegados éxitos en la creación de empleos a la norma proveniente de la OECD,
que bajó de dos horas a una el requisito para estar ocupado. Otra parte la debe
a las políticas expansionistas del gasto de Andrés Velasco en el Gobierno
anterior de Bachelet, que llevaron a la creación de casi la mitad del “millón
de empleos de Piñera” en el solo 2010, cuando todavía éste no había hecho nada.
En realidad, Piñera se dedicó a subir impuestos y por eso a partir de diciembre
de 2012 el desempleo en Santiago comenzó a aumentar, según las cifras de la
Universidad de Chile publicadas en “La Tercera” de hoy, p. 32.
En
general, nunca he creído mucho en las encuestas de empleo, porque están muy
entregadas al sesgo político del encuestador, especialmente para determinar si
una persona encuestada trabajó o no en la semana anterior. Un “hábil
interrogatorio” correspondiente al sesgo del encuestador basta para incluir o
excluir a su gusto a los interrogados en la fuerza de trabajo y así hacer
variar el tamaño de ésta y la cifra final de desempleo. Si estuviéramos en
Finlandia no creería que esas trampas se hicieran, pero estamos en Chile, donde
sólo el 13% dice confiar en los demás. Yo me cuento en el 87% que desconfía. Y
por eso creo que este 5,2% de desempleo en Santiago en septiembre es sólo un
truco más de la Nueva Mediocridad.
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