Soluciones definitivas para el Transantiago.
Tras cuatro años de operación, es momento de contar con respuestas concretas a problemas por todos conocidos del plan de transporte público capitalino.
EL PROXIMO jueves 10 de febrero se cumplen cuatro años desde el caótico estreno del Transantiago y, a pesar de los cambios que se le han introducido desde entonces, el sistema de transportes capitalino continúa presentando graves falencias, derivadas de los problemas de fondo que aún presenta su diseño. Entre ellas destacan la alta evasión, que en 2010 alcanzó un promedio de 18%, según cifras oficiales, y la falta de infraestructura, en especial de paraderos y corredores exclusivos para buses. La deficitaria realidad financiera del Transantiago ha obligado a ajustar sus tarifas para llevarlas a montos más cercanos a los costos reales. La última alza fue anunciada esta semana por el ministro de Transportes, lo que llevará la tarifa a $ 530.
Las deficiencias del sistema son de larga data y, a pesar del anuncio de planes y mejoras por parte de las autoridades actuales y pasadas, no han logrado ser resueltas satisfactoriamente en estos cuatro años. De hecho, la salida del anterior titular de Transportes tuvo mucho que ver con la falta de avance en estos temas, sumada al hecho de que no se supieron comunicar adecuadamente al público las razones que hacían necesario decretar nuevas alzas del boleto. Con todo, la exitosa tramitación del proyecto de ley que permitirá poner exigencias más duras a los operadores es un logro que, bien aplicado, podría ayudar a aliviar los problemas del Transantiago y que debe ser reconocido al anterior ministro.
A estas alturas, es evidente que las medidas adoptadas para combatir el no pago -campañas comunicacionales y multas a los evasores- no han logrado inhibir a los infractores. Es presumible que parte de la explicación sea que un número significativo de usuarios encuentre una justificación al uso ilegítimo que hace del servicio sin pagar en el hecho de que éste todavía presenta estándares de calidad inferiores a los prometidos. Esto genera un círculo vicioso, pues una de las consecuencias de la evasión es hacer más apremiante la necesidad de aumentar el precio del pasaje para reducir el déficit financiero, incremento que, a su vez, alienta una mayor evasión. Así, se dificulta aún más la posibilidad de cumplir con otro de los objetivos originales del Transantiago, su autofinanciamiento: en octubre, el Congreso aprobó un nuevo aporte presupuestario de US$ 400 millones adicionales para asegurar la viabilidad del sistema. Este depende hoy de un subsidio que jamás fue parte del diseño original.
También en materia de infraestructura parece haber transcurrido un tiempo prudente para que las autoridades solucionen los problemas ampliamente diagnosticados. ¿No debiera ya existir, tras cuatro años, la estructura integral de paraderos, elemento clave del sistema? ¿Por qué aún se discute el trazado de corredores exclusivos para buses, otro puntal del Transantiago? Es esperable que el plan de infraestructura anunciado por el titular de Transportes para fines de este mes aporte soluciones definitivas en esta materia.
La opinión pública espera metas y plazos específicos para los cambios que requiere el sistema, más que una repetición de los diagnósticos y anuncios generales que se han apreciado hasta ahora. Es encomiable que el gobierno haya asumido los costos políticos de ajustar las tarifas, pero a ese esfuerzo debe ahora agregar un uso eficaz de las herramientas entregadas por la reciente reforma legal, para dar pronta solución a los problemas recurrentes del Transantiago.
Tomado de Diario La Tercera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario