Así como hubo manifestaciones en su
contra, no fueron pocas las que se organizaron
para apoyar a Putin y
a su partido, Rusia Unida.
Vladimir
Putin, un zar que ve grietas en
su imperio, redacción BBC
Mundo.
Puede que el rostro de Vladimir Putin no esté impreso en el
rublo, pero los ciudadanos rusos saben que muchos de los billetes que hay en
sus bolsillos fueron producidos mayormente durante su mandato.
La estabilidad y desarrollo económicos junto a su impronta de
hombre fuerte, lo han sostenido en el poder. Sin embargo, las críticas ganaron
la calle en los últimos meses, mostrando las primeras grietas de una autoridad
que parecía inquebrantable.
Después de ocho años como presidente y cuatro como primer
ministro, Putin va a las urnas intentando suceder a su sucesor en la
presidencia, Dmitri Medvedev.
Después de los caóticos años de Boris Yeltsin, su llegada al
poder quedó asociada con una prosperidad que pocos se podrían cuestionar.
Sus detractores creen que por esa bonanza económica y
estabilidad se pagó un precio en libertades democráticas poscomunistas. Se lo
acusa de asfixiar la democracia y de introducir prácticas de censura, se gún se
ha publicado en la prensa.
Desde su llegada al poder se ha preocupado por mostrar una
imagen de hombre fuerte y de acción, y no ha fracasado en ello. La televisión
rusa se ha esforzado en mostrarlo disparándole a un tigre, conduciendo una
Harley Davidson o volando un avión de combate.
Sin embargo, en los últimos tiempos esa fortaleza empezó a
mostrar grietas. De hecho, el pasado mes de noviembre fue abucheado durante una
competencia de artes marciales. Semanas más tarde, surgieron protestas en las
calles de Moscú y otras ciudades. Los manifestantes pedían su renuncia en medio
de denuncias de supuesto fraude en las elecciones para la Duma.
La magnitud de esas manifestaciones quedó reflejada en su
propia actitud. Primero, quiso restarles importancia aduciendo que eran
fomentadas por Estados Unidos. Pero después acusó recibo de las mismas
anunciando que estaba dispuesto a mantener conversaciones con la oposición.
Su
llegada al poder
Vladimir Vladimirovovich Putin era un agente del servicio de
inteligencia ruso en tiempos del comunismo. Estuvo destinado por la KGB en
Alemania del Este en los '80.
A principios de los '90 pasó a ser asesor del alcalde de San
Petersburgo, ciudad en la que nació hace 59 años, cuando se llamaba Leningrado.
De allí se trasladó a Moscú para formar parte de la
administración Yeltsin. En 1998 se hizo cargo del FSB (sucesor de la KGB). Y un
año después fue designado primer ministro y, tras la renuncia del líder, ocupó
la presidencia en forma interina.
Las elecciones de 2000 lo catapultaron definitivamente al
poder. Allí inició sus 12 años ininterrumpidos en el centro de la vida política
rusa.
Su
gestión
Desde su llegada al poder quedó claro que no se andaría con
medias tintas. Su mano dura contra el separatismo checheno le valió gran
popularidad.
Mantuvo un férreo control militar sobre Grozny, ya sea en
forma directa o no. Jamás abrió a negociaciones con los rebeldes. El precio fue
una serie de ataques cada vez más violentos que llegaron al horror de la toma
de la escuela de Beslan.
En lo económico no le podía ir mejor al país. La confianza de
los inversores no paró de crecer. Los precios favorables para la exportación de
petróleo y gas le ayudaron a dar una estabilidad que no se percibía desde los
tiempos comunistas.
Mayor resultaba esa sensación si se comparaba con la crisis
de la devaluación del rublo a fines de los '90.
La aprobación de su gestión presidencial quedó evidenciada en
las cifras de los comicios. En sus primeras elecciones ganó en primera vuelta
con el 51% de los votos. En 2004 aplastó a sus oponentes con un abrumador 71%.
Sin embargo, el partido que lidera aunque sin estar afiliado
-Rusia Unida-, retrocedió hasta el 49,5% de los sufragios en los comicios que
precedieron a las protestas del año pasado.
Aliados
y enemigos
A lo largo de sus años al frente de la Federación se fue
deshaciendo de los más reformistas en el gobierno. Los fue remplazando por
aliados más conservadores o neutrales que no ponían oposición a sus
iniciativas.
Muchos de los que de alguna manera fueron su nexo con Boris
Yeltsin, y por ende tuvieron algo que ver en su llegada al poder, acabaron tras
las rejas o en el extranjero.
Antiguos "oligarcas" de la era Yeltsin como Boris
Berezovsky y Vladimir Gusinsky -empresarios que se hicieron ricos en medio del
caos de las primeras privatizaciones- acabaron como fugitivos viviendo en el
extranjero.
Por su parte, Mikhail Khodorovsky, alguna vez director de la
gigante empresa petrolera Yukos y hombre más rico de Rusia, está preso por
evasión de impuestos. Este hecho generó muchas críticas desde el extranjero.
Vida
privada
La vida privada de Vladimir Putin está a buen a resguardo.
Nunca ha hecho de su vida familiar una cuestión pública.
Su esposa Lyudmila se ha mantenido fuera de los focos de los
medios durante los últimos años. Y él se ha ocupado de proteger a sus dos hijas
de quedar inmersas en el debate público.
Ya sea para cuidar a su familia, para proteger su poder
político o para actuar contra sus opositores, Putin nunca duda en actuar. Evita
a toda costa mostrar debilidad, aun cuando su apoyo popular haya caído.
"Te morderá si te acercas demasiado, y ese es el tipo de
país que intentó construir", opinó la periodista Masha Gessen en una
entrevista concedida a la revista del Daily Telegraph. La autora de la
biografía sobre Putin que llegó a las librerías en los últimos días eligió un
título sugestivo para alguien que lleva tanto tiempo en el poder: A man without
a face (Un hombre sin rostro).
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