Muchas de las víctimas de
los ataques
de Israel son civiles, entre ellos niños.
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Mursi debe encontrar un delicado
equilibrio entre su simpatía por
EE.UU. y su solidaridad con Hamas.
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Israel-Gaza:
una prueba de fuego tras la Primavera Árabe.
El patrón de la violencia en Gaza y en el sur
de Israel resulta familiar. Como de costumbre, el costo humano es elevado.
Sin embargo, el panorama Diplomático de Medio
Oriente ya no es el mismo: ha cambiado dramáticamente desde la última vez que
el conflicto en la región alcanzara su punto de mayor intensidad.
Y eso hace que sea mucho más difícil predecir
cuáles serán las consecuencias políticas de los eventos que están ocurriendo en
los últimos días.
Seguramente, Israel tomó en cuenta cómo
reaccionaría el mundo árabe y el resto de la comunidad internacional cuando
evaluó los riesgos y los beneficios de asesinar al Comandante militar del grupo
palestino Hamas Ahmed Jabari.
Pero los eventos de la Primavera Árabe y, en
particular, la elección en Egipto de un Presidente que proviene de la Hermandad
Musulmana, la organización islamista más antigua y más grande del país, en la
que Hamas tiene sus orígenes, significa que las cosas han cambiado.
Una
relación curiosa.
En el pasado, bajo el liderazgo autoritario de
Hosni Mubarak, mantener una buena relación con Estados Unidos era una prioridad
en la agenda.
Eso implicaba también mantener relaciones Diplomáticas
con Israel, como parte de un tratado de paz firmado a finales de la década de
los años 70, que se convirtió en la piedra angular de una suerte de Pax
Americana (expresión latina que se refiere al período de paz relativa que
siguió a la Segunda Guerra mundial) para la región.
La relación era curiosa. Si bien con el tiempo
el vínculo entre los líderes de ambos países no perdió su fluidez y las
agencias de inteligencia de Israel y Egipto demostraron que podían trabajar de
forma conjunta, la relación, inexorablemente, se fue enfriando.
Como telón de fondo estaba la profunda
antipatía que la mayoría de los ciudadanos egipcios sentía por Israel, al que
veían como un supresor brutal de las aspiraciones nacionales palestinas.
Por su parte, los israelíes, asumían que todos
los árabes eran hostiles hacia su Estado.
El Presidente egipcio, Mohamed Mursi, heredó
esta relación Diplomática y es consciente de la importancia del vínculo entre
Egipto y EE.UU., país en el que vivió durante un tiempo.
Pero también sabe que tiene encontrar un
equilibrio entre su relación con EE.UU. por un lado, y su solidaridad con Hamas
por el otro. Es decir, hallar un punto intermedio entre dos socios muy
difíciles de conciliar.
Hassan Nafaa, científico político de la
Universidad de El Cairo, cree incluso que es posible que Israel haya diseñado
los ataques, en parte, para poner a prueba la solidez de la relación entre
Egipto y Hamas.
Nafaa reconoce que la crisis es una prueba de
fuego para Mursi. "Debe responder de manera contundente, pero, por otro
lado, sabe que no puede permitir una escalada de la violencia. Mursi tomará
medidas decisivas, pero éstas serán consideradas cuidadosamente".
Viaje
con múltiples propósitos.
Hasta ahora, la clave de la estrategia de
Mursi ha sido la velocidad en la respuesta.
A las pocas horas del ataque israelí que acabó
con la vida de Jabari, Mursi retiró su Embajador en Tel Aviv.
No es una medida inaudita. Hosni Mubarak hizo
lo mismo en varias ocasiones, por ejemplo cuando Israel invadió Líbano en 1982.
Pero Mursi lo hizo más rápido.
Además, llamó al Embajador israelí en El Cairo
para reprenderlo e instó a la Liga Árabe y al Consejo de Seguridad de la ONU a
tomar medidas.
Como posiblemente ninguna de estas iniciativas
sirvió para cambiar la posición de Israel, los asesores más cercanos a Mursi se
abocaron el jueves a buscar otra estrategia. Al final, la encontraron.
La decisión de enviar al Primer Ministro
egipcio, Hisham Qandil, a Gaza tiene como objetivo apoyar a los palestinos y
dejar en claro el interés de Egipto en encabezar el liderazgo en el mundo
árabe.
Logísticamente, el viaje es fácil: Gaza y
Egipto comparten una frontera. Pero la presencia de Qandil también tiene como
finalidad hacer que Israel no pueda realizar ataques aéreos en Gaza, tanto por
razones políticas como prácticas.
El
drama de siempre, en circunstancias diferentes.
Quizás, y esto puede que sea aún más
importante, su viaje también sea una respuesta a los reclamos de sus propios
seguidores, que exigen medidas más severas contra Israel que las que Egipto ha
tomado en el pasado.
Y eso, por supuesto, es un recordatorio de que
será mucho más difícil mantener la relación con Israel para un Egipto que se
está democratizando, en comparación con un Egipto autoritario que no tenía que
preocuparse mucho por lo que pensaba el pueblo.
Puede que Mursi termine siendo mucho más
pragmático de lo que piensan sus detractores. Pero si crece en la población de
este nuevo Egipto democrático la hostilidad hacia Israel y el apoyo a los
palestinos, esto podría verse reflejado en la política externa de Mursi.
Casi nadie pudo predecir los levantamientos de
la Primavera Árabe y, ciertamente, nadie puede decir cómo se verá la región
cuando finalmente vuelva a retornar la calma.
Por esta razón, aunque Israel crea tener un
panorama claro sobre cómo reaccionará el mundo frente a sus operativos en Gaza,
lo único cierto es que nos estamos enfrentando al drama de siempre, pero en
circunstancias poco familiares.
Algunas informaciones apuntan a que las Autoridades
de Inteligencia de Egipto están tratando de acordar un cese el fuego.
Pero nadie piensa ni por un momento que esto
sea el fin de las hostilidades entre Israel y Hamas. Y Egipto, más que otros
países en Medio Oriente, tendrá que continuar desarrollando una estrategia para
lidiar con el conflicto bajo una presión enorme.
Textos de Kevin Connolly, BBC, El Cairo.
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