jueves, 10 de julio de 2014

La decisión de Sophie, por José Ramón Valente.





La decisión de Sophie,
por José Ramón Valente.


Sería ideal que en la vida las decisiones siempre fueran entre bueno y malo. Cuando somos jóvenes creemos que el mundo efectivamente se divide de esa forma. Pero en el mundo de los adultos las decisiones muchas veces son tanto más difíciles.


En 1982 se estrenó con gran éxito "La decisión de Sophie", película que causó gran impacto en quienes, como yo, estábamos recién saliendo de la adolescencia para incorporarnos de lleno al mundo de los adultos. En ella, So-phie, interpretada magistralmente por Meryl Streep, se enfrentaba a la difícil decisión de elegir entre sus dos hijos, uno podía vivir y el otro no.


Sophie ciertamente habría preferido no tener que tomar nunca dicha decisión, pero la vida no le daba la oportunidad de eludirla. La decisión de Sophie causó impacto en mi generación porque nos enfrentaba al mundo real, donde lamentablemente hay veces en que las decisiones no son entre bueno y malo, sino que entre malo y malo.


La decisión de los partidos de la Alianza de apoyar el protocolo de acuerdo de la reforma tributaria fue muy parecida a la de Sophie. Las dos alternativas que estaban arriba de la mesa eran malas, pero la decisión era ineludible. Por un lado estaba la posibilidad de votar restarse del acuerdo, con lo cual el Gobierno tenía los votos suficientes para aprobar el proyecto de reforma tributaria que ellos habían presentado, con alza del impuesto a las empresas, término de los incentivos al ahorro y la inversión, atribuciones desmedidas para el SII, perjuicio para las pymes y los afiliados a las AFP, etcétera. Es decir, con todo lo malo que el proyecto original del Gobierno era para el país.


Por otro lado estaba la posibilidad de apoyar el protocolo de acuerdo y votar a favor un proyecto que también consideraban malo, porque eleva las tasas de impuesto a las empresas a un nivel que las pone en serio riesgo de no poder competir en un mundo en que el capital es móvil y el resto de los países está caminando en la dirección de reducir los impuestos a sus empresas y no de aumentarlos, como está haciendo Chile.


Esta segunda alternativa, a pesar de ser también perjudicial para el país, contenía mejoras significativas respecto del proyecto original del Gobierno. Entre ellas, la más importante permitía mantener una característica fundamental de nuestro actual sistema tributario, mediante la cual se premia a quienes en vez de consumir el fruto de su trabajo deciden ahorrarlo y aportarlo nuevamente a la sociedad para financiar nuevos emprendimientos. Adicionalmente, el protocolo incluye restricciones a las facultades discrecionales del SII, incentivos para las pymes y varias otras mejoras.


Muchos se preguntarán cómo se puede votar a favor un alza de impuestos a las empresas de 20% a 27% cuando hace solo un par de años se votó en contra de la propuesta del gobierno de Sebastián Piñera de subir los impuestos de 17% a 20%. La respuesta es que en esa ocasión sí existía la posibilidad de no subir los impuestos. Vale decir, la decisión era entre bueno y malo, y se eligió bueno, votar en contra del alza de impuestos.


La decisión de los partidos de la Alianza el martes pasado, al igual que la de Sophie, era entre malo y malo. Algunos podrán criticarlos por haber concurrido con sus votos a un proyecto que es malo para Chile, como quienes criticaron a Sophie por haber entregado a su hija. Otros elegirán felicitarlos por haber logrado mantener un aspecto esencial de la institucionalidad de nuestro país, que ha permitido los treinta años de mayor progreso en nuestra historia, como quienes consideraron que Meryl Streep al menos había logrado salvar a su hijo. Yo prefiero inscribirme en el segundo grupo.


(Artículo tomado de El Mercurio de hoy)

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