jueves, 30 de diciembre de 2010



Martes 28 de Diciembre de 2010

La tentación de lo imposible


El título de este artículo corresponde a un ensayo del reciente Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, que recordé de repente pensando sobre el actual debate respecto del precio del dólar en Chile.


El raciocinio que propongo parte de una pregunta extremadamente simple: ¿para qué exportamos? La única razón por la cual es conveniente exportar es para importar, ahora o en el futuro. Al exportar obtenemos dólares y éstos no son otra cosa que derechos que recibimos para traer bienes o servicios del exterior. Si no vamos a usar los dólares para importar ¿para qué los querríamos? Es cierto, sirven también para invertir en el exterior, pero esto es sólo otra forma de adquirir bienes del exterior.


Cuando nos cae una bonanza en forma de avalancha de dólares por el gran aumento en el precio del cobre somos más ricos, pero esa riqueza en definitiva se manifiesta al llegar en forma de bienes externos. El problema es que cuando tratamos de que lleguen esos bienes externos algún sector se siente herido.


El tema del royalty minero puede servir para ilustrar lo anterior.


Al tener que pagar las empresas extranjeras, por ejemplo, 500 millones de dólares por este concepto, en lugar de que queden como dividendos en el exterior, éstos los recibe el Estado para reconstruir. Al vender los dólares para gastar en las faenas de reconstrucción, éstos bajan de precio y alegan los productores de fruta de exportación. ¿Es malo entonces el royalty ? Creo que no es ése el problema. Si en lugar de gastar los recursos el gobierno los ahorrara (para gasto futuro), no les provocaría el problema a los fruteros, pero los políticos considerarían inaceptable que, teniendo la plata, no se gaste en ayuda a quienes sufrieron el terremoto. A alguien se le ocurre proponer que una forma de dejar contentos a fruteros, políticos y víctimas del terremoto sería usar los dólares del royalty en importar escuelas preconstruidas canadienses y hospitales americanos o europeos (existen de excelente calidad). Pero entonces quienes ponen el grito en el cielo son los constructores, que consideran impresentable que, existiendo buenas empresas constructoras chilenas, se traigan escuelas de Canadá.


Lo mismo ocurre con otros sectores: las universidades consideraron un verdadero atentado en su contra el que se creara un programa para becar a estudiantes de doctorado en universidades extranjeras. Obviamente, los políticos apoyan a todos estos sectores, pero al mismo tiempo quieren que el dólar no baje, se exporte la fruta y se construyan las escuelas con los recursos del royalty .

En resumen, puros problemas para ejercer el derecho que tenemos sobre bienes externos.

Ciertamente lo dicho a título de ejemplo sobre el royalty vale igualmente para todos los dólares adicionales que el país recibe por el aumento del precio del cobre, celulosa u otros.


Me da la impresión de que el origen de este embrollo se encuentra en que se olvida que los dólares son para gastarlos en el exterior.


Una política sana para enfrentar una bonanza como la que vivimos debiera, en consecuencia, componerse de varios elementos: una parte del dinero debe quedar ahorrada fuera de Chile; debe existir alguna baja del dólar para que todos los chilenos disfruten de la mayor riqueza comprando más barato los productos importados y viajando, invirtiendo en renovar maquinarias y equipos, y finalmente es necesaria una agresiva compra de bienes en el exterior por parte del Estado.


No es posible que los chilenos -especialmente los menos favorecidos- disfruten de la mayor riqueza obtenida si no se traen bienes del exterior, y si no podemos ponernos de acuerdo en cómo hacerlo será hora de recordar que el ensayo de Vargas Llosa se refiere a la magnífica novela "Los Miserables".

Tomado de Diario El Mercurio de Santiago.


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