lunes, 25 de julio de 2011

Dos columnas que vale la pena revisar.....

Segundo tiempo,

por Luis Larraín



El cambio de gabinete se hizo inevitable y la duda era si el Presidente iba a optar por un diseño distinto o sólo introduciría nuevos rostros en el equipo. El cambio de diseño suponía un gabinete con cierta autonomía en la interlocución con la oposición política, lo que requería el liderazgo de un ministro del Interior empoderado para esa tarea. La ventaja que se veía a esta opción era que ese equipo podía superar la trampa de estar siempre detrás de los acontecimientos y rindiendo cuentas a la Concertación, por la vía de establecer una agenda propia que no requiriera de autorizaciones presidenciales periódicas. El ministro de Defensa, Andrés Allamand, aparecía como una alternativa para liderar esta etapa.



Pero ese diseño le significaba al Presidente compartir el poder y entregar más autonomía a su gabinete, y aparentemente no estuvo dispuesto a ello. No nombró a un nuevo ministro del Interior y tampoco asignó la tarea de conducción política a Rodrigo Hinzpeter. Mantuvo también al ministro Larroulet. Optó en cambio por fortalecer la capacidad política del gabinete incorporando al senador Andrés Chadwick a la Segegob y a Pablo Longueira en Economía, dejando de paso con ello satisfecha a la UDI que hace rato reclamaba una mayor presencia en el gabinete.



Aprovechó la ocasión para nombrar al presidenciable Laurence Golborne en Obras Públicas, reemplazándolo por ministros técnicos en las carteras de Minería y Energía y también para sacar de Educación a Joaquín Lavín, cuyo sucesor será Felipe Bulnes. Lavín se va a Mideplan y Teodoro Ribera reemplaza a Bulnes en Justicia. Estas movidas parecían dar cuenta de un mayor análisis político en las decisiones del Gobierno. No obstante, vimos la falta de prolijidad en el nombramiento en Energía al no advertir un conflicto de interés.



La nueva composición del gabinete ha sido vista como una etapa de mayor preeminencia de factores políticos por sobre los técnicos y le ha significado al Gobierno prescindir de destacados ministros.



La pregunta es si estos cambios son suficientes para revertir la baja en el apoyo al Gobierno y mejorar significativamente su gestión política. Y la respuesta no es clara.



Es cierto que el Gobierno gana un par de meses con el cambio. Pero la verdadera prueba para este nuevo gabinete es si será capaz de imponer su agenda. Si no, todo esto será sólo un ejercicio de gatopardismo.



Y eso pasa por un cambio radical en la forma de hacer las cosas. Para ello el Gobierno debe tener iniciativa, ideas propias y defenderlas con convicción. Requiere, en pocas palabras, una agenda con pocos temas y capacidad de llevarlos a buen puerto. No es sólo un problema de relato, es un problema de guión.



Se precisa, al mismo tiempo, un equipo empoderado para lograr acuerdos con la Concertación y con las fuerzas sociales. La agenda no puede imponerse, pero sí constituirse en la base para negociar. La mayor capacidad política de este gabinete debiera colaborar a este objetivo.



Y si hay un tema en el que el Gobierno debiera emplearse a fondo es en la agenda de reformas políticas. La necesidad de recurrir a senadores para integrarlos al gabinete y la poco estética pugna por su reemplazo hacen más urgente aún dar un paso en la dirección de aprobar en el Congreso las leyes que establecen la inscripción automática, el voto voluntario y el voto de chilenos en el extranjero.



Ello permitiría ampliar el padrón electoral en más de tres millones de chilenos, mayoritariamente jóvenes. Sería una respuesta a la creciente desafección de la ciudadanía con sus representantes políticos y haría al Presidente Piñera el legítimo padre de la renovación del padrón electoral chileno, de la incorporación de los jóvenes y de los compatriotas que viven fuera del país.



Ningún cálculo pequeño acerca del posible efecto partidista de la incorporación de este grupo de chilenos al padrón debiera detener esta reforma. La discusión sobre el vínculo, que parece ser el obstáculo para llegar a acuerdos, es a estas alturas impresentable.



Más y mejor crecimiento para todos



Pablo Longueira

Ministro de Economía, Fomento y Turismo



Chile enfrenta en lo que resta de esta década uno de los desafíos más grandes en su historia republicana: convertirse en un país desarrollado. Pero dicho objetivo significa no sólo más crecimiento, sino que también uno mejor, para que los frutos del desarrollo lleguen pronto a todos los chilenos. La tarea que me ha encomendado el Presidente Sebastián Piñera al convocarme al Ministerio de Economía es dirigir todos mis esfuerzos para contribuir a esa meta.



El desafío es enorme y urgente. El primer gran compromiso de este Ministerio de Economía es volcarse en cuerpo y alma a la defensa de la clase media, tarea en la cual el Sernac -servicio que depende de este ministerio- tendrá un papel muy relevante. Chile no puede pretender entrar a la senda del desarrollo si ello no involucra a la par un empoderamiento de los derechos de los consumidores. Es de la esencia de la economía de libre mercado, en la que yo creo, fomentar la libertad para emprender y para que las empresas puedan ofrecer sus productos y servicios, pero la contrapartida de esa libertad es que ella no se use en forma abusiva contra los consumidores. Como ministro de Economía seré implacable en la defensa de este principio.



Este ministerio tendrá también en el centro de su labor el fomento al emprendimiento. Queremos que Chile se convierta en un país de propietarios, de múltiples pequeños y medianos empresarios que sean el motor del desarrollo. Más y mejor crecimiento exige que los protagonistas de ese esfuerzo no sean sólo las grandes empresas, sino que también todos los cientos de miles de pequeños emprendedores, comerciantes y profesionales independientes que constituyen el corazón de nuestra economía. Queremos que estos propietarios vean en este ministerio su mejor socio, uno dispuesto a jugarse por ellos.



Potenciar la innovación será nuestro tercer foco. No daremos el salto al desarrollo si siempre hacemos más de lo mismo. La fuerza creadora de los emprendedores requiere desatar también sus capacidades innovadoras, desde las pequeñas empresas hasta las más grandes. Desde el Ministerio de Economía estamos comprometidos en apuntalar dichos esfuerzos a través de numerosas iniciativas que ya están en marcha y que esperamos acelerar, como son el proyecto que crea nuevos beneficios tributarios para la investigación y el desarrollo (I+D), los acuerdos de la Corfo para atraer centros de alta tecnología, y el programa Start Up Chile para reclutar talentosos emprendedores de todas partes del mundo.



Este esfuerzo en innovación demandará más investigación científica y tecnológica. Es por eso que a través de la Iniciativa Científico Milenio estamos apoyando a varios centros científicos a lo largo del país y próximamente vamos a implementar un fondo (Fondequip) para la adquisición de equipo avanzado por parte de universidades y centros de investigación.



Desatar estas energías de emprendimiento e innovación implica una agenda ambiciosa. Mi antecesor en el ministerio, Juan Andrés Fontaine, fijó una muy buena hoja de ruta a través de la Agenda de Impulso Competitivo, que busca eliminar trabas burocráticas, estimular la competencia en distintos mercados y apoyar el emprendimiento. Sin perjuicio de las revisiones y ajustes que se puedan hacer a dicha iniciativa, creemos que se trata de un muy buen punto de partida para mejorar la competitividad y elevar la tasa de crecimiento del país.



El desafío que tenemos como país es inmenso y todos estamos convocados para alcanzarlo.



Nota: estas columnas fueron tomadas de Diario El Mercurio.

No hay comentarios: