Tiempos de confusión
Los países acumulan en ciertos momentos una cantidad de motivos o frentes distintos de confusión, que se proyectan de una u otra forma sobre los principales actores sociales -organismos gremiales, estudiantiles, coaliciones políticas y, por cierto, las autoridades.
En los últimos días el Gobierno no ha proyectado líneas claras respecto de sus prioridades, como tampoco lo han hecho la Alianza oficialista ni la Concertación opositora -ambas envueltas en tensiones internas más o menos explícitas-, ni la comunidad académica representada por el Consejo de Rectores, en el que la lógica reivindicacionista de algunos parece no admitir razones ni realidades, pese a lo que podría esperarse de quienes encarnan a algunos de los centros de reflexión más importantes del país.
Hay quienes se sienten parte de una tendencia mundial que se expresa desde los países árabes hasta la Puerta del Sol o las calles de Londres. Pero en éstos hay motivos compartidos -válidos o errados- y realidades comunes palpables que hacen comprensible su indignación, mientras en Chile la diversidad de motivaciones apreciable en las recientes manifestaciones convocadas por los estudiantes secundarios y universitarios transforma esos multitudinarios encuentros en un crisol de expectativas, estados de ánimo, filias y fobias; convergen causas mezquinas con inspiraciones nobles, motivos plausibles y otros inconfesables, necesidades comprensibles y demandas impresentables. La calle pareciera revestir a todas ellas de igual legitimidad y urgencia, pero no es así, y la ciudadanía no se dejará confundir. Lo sucedido en Calama -como se analiza por separado- así lo prueba: la indignación de sus habitantes por su estado de postración general contrasta con su relevancia para la vida económica del país como zona productora de cobre. A la manifestación de sus habitantes, la empresa Codelco, única de la gran minería que opera en esa comuna, respondió en 24 horas, asumiendo un compromiso de responsabilidad y preocupación por las inquietudes de esa ciudad.
Discernir entre lo relevante y lo accesorio
La proximidad del país al umbral del desarrollo despierta ansiedades y expectativas que no aceleran, sino que lastran la recta final que aún debe transitar Chile, y así lo ha advertido con razón el Presidente Piñera. En esta confusión, es preciso distinguir entre lo relevante y lo accesorio, y concentrar el esfuerzo en lo primero. La polémica de esta semana por la cárcel de Alhué no cambia la trayectoria del país, como tampoco las pretensiones económicas del Consejo de Rectores, ni los nuevos incendios de grupos violentistas en La Araucanía. Por el contrario, en el escándalo de La Polar sí hay aspectos muy críticos, porque se destapó una realidad que el país no advertía y que obliga a tomar conciencia de cómo una empresa de retail , desvirtuando la naturaleza de esa industria -que se examina por separado en esta misma página- pudo derivar imperceptiblemente de la venta de productos a poner su foco principal en la fabricación de deudas a sus clientes, sobre la base de prácticas abusivas. Es preciso asegurarse de que ese repudiable ejemplo no pueda repetirse, lo que pondría en tela de juicio a todo un rubro económico, desviándolo de su verdadero norte.
Asimismo, es grave que frente a una legítima discusión -por momentos desordenada y callejera- sobre la calidad de la educación que reciben millones de jóvenes chilenos, actores de primera relevancia, como la generalidad de las universidades del Consejo de Rectores, aparezcan más interesados en mejorar su posición relativa para presionar por mayores recursos estatales que en fijar un planteamiento que contribuya a la discusión. Nada dicen sobre lo que se está haciendo dentro de la sala de clases, ni en la mejora de los pedagogos, ni en cómo enfrentar la presión sindical de los profesores por mantener estatutos incompatibles con una mejor enseñanza. Esto, al grado de que, existiendo concordancia relativa entre 22 rectores, versus otros tres, no se ha podido alcanzar un acuerdo con el Ministerio de Educación, a la espera de poder obtener mayores recursos fiscales. Ante este comportamiento de los representantes de la élite intelectual nacional, ¿qué se puede reprobar a los escolares que solicitan una asamblea constituyente?
Un peligro
Pero la más peligrosa de las confusiones es aquella que emerge en algunas voces que pretenden declarar la caducidad de las instituciones de la democracia chilena, que sería meramente "electoral", frente a la vitalidad de la "democracia social" que se expresa en la vía pública. Chile ya probó ese camino hace algunas décadas. También entonces hubo quienes despreciaron la democracia "formal y burguesa", anteponiendo la audacia de los comprometidos, y luego la violencia de las "vanguardias", por sobre las instituciones democráticas.
Por otra parte, es difícil identificar dos o tres prioridades o valores claros, que permitan anticipar la acción de las autoridades. El Gobierno no puede ser una permanente caja de sorpresas en cuanto a anuncios, que por cierto interesan a los chilenos, pero difícilmente pueden llevarse todos a cabo simultáneamente. Cabe recordar que las propias autoridades, en medio de la reforma de la educación escolar -en plena elaboración-, proclamaron este 2011 como "el año de la educación superior", contribuyendo a inflamar las expectativas y la actividad de los grupos de presión asociados a ella. El Gobierno necesita recuperar la claridad perdida en los últimos días, para convertirse en el motor del cambio que ofreció en su programa y por el que los chilenos votaron.
Tomado de Emol
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