miércoles, 24 de noviembre de 2010

Basta, por Edgardo Marín.


Basta, por Edgardo Marín.

¡Cuánto nos dolió la renuncia de Marcelo Bielsa a la Roja! El único antecedente histórico de su notable proceso se ubica a muchos años de distancia: 1962, cuando concluyeron los cuatro años del Plan Riera. Explicable lo de Fernando Riera porque el Mundial se jugaba en casa y era un asunto nacional.


¡Y cuánto nos dolió el cese de la presidencia de Harold Mayne-Nicholls! Porque, como ya está suficientemente dicho, él fue el soporte administrativo para el trabajo del técnico. El dirigente se jugó en contratar a un entrenador sin club, en responder a sus exigencias y en respaldarlo en los momentos difíciles.


¡Y cómo nos está doliendo la actuación torcida para alejar de la presidencia a Jorge Segovia! El dirigente español, nos guste o no, ganó la elección en buena lid y eso fue reconocido, al menos en las palabras, por el presidente en ejercicio. Aunque designado a última hora, Segovia encabezó el descontento de un grupo de clubes. Grupo que, como está visto, es mayor al de aquellos que estuvieron a gusto con la anterior administración.


No nos gustó el resultado de esa elección. Pero las elecciones no están para el gusto o el disgusto de sus protagonistas y observadores. Están para que sus resultados sean respetados. Y los perdedores no los están respetando. O sea, no están respetando las reglas ni se están respetando a sí mismos.


La escalada de acciones dilatorias para el reconocimiento de esos resultados alcanzó su cima el lunes, cuando el directorio derrotado resolvió -porque así lo permiten los reglamentos- inhabilitar al ganador como dirigente de fútbol y, en consecuencia, como presidente de la organización.


¿Y todo por qué? Porque Marcelo Bielsa, a horas de la elección, señaló que no trabajaría con Segovia de resultar éste ganador. Obviamente, lo de Bielsa era un respaldo a Mayne-Nicholls, pero hoy se toma gramaticalmente la declaración para impedir a Segovia asumir el cargo para el que fue elegido.


Todo es tan simple como eso. Se acusa a Segovia de las mismas faltas que permitirían la inhabilitación de un gran porcentaje de dirigentes -entre ellos los acusadores- y sólo se lo acusa y castiga a él. Es decir, una monstruosidad. Un atentado a la inteligencia y a la buena fe. Se dice que un compañero de lista de Segovia podría asumir la presidencia y de ese modo Bielsa no debería tener problema en seguir.


Procedimiento rebuscado, indigno, vergonzoso, que obliga a repensar las cualidades del grupo dirigencial perdedor. ¿Se quedaría Bielsa en estos términos? Es impensable, pues lo tenemos como hombre decente. Además, para cierta gente ya no se trata de que siga Bielsa: se trata de que no asuma Segovia.


A partir de 1990 en Chile se estaban haciendo las cosas bien, después de un largo período de corrupción. Hoy, volvemos a estar en boca de todo el mundo por motivos despreciables. ¿Estamos en la comezón del vigésimo año?


Tomado de Diario El Mercurio.

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